Capítulo doce | VO

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La cafetería era muy pequeña, al menos más de lo que estaba acostumbrado a visitar, pero en su interior había un delicioso aroma a café y pan de maíz que le abrió inmediatamente el apetito. Anna se paseó sobre el suelo de madera de aquí para allá, como si estuviese en busca de alguien en específico. Extendió los brazos al aire y los agitó, atrapando la atención de una mujer de robusta complexión que sostenía en una de sus manos la jarra de café recién preparado.

―¡Cecile! ―gritó Anna.

La mujer se acercó de inmediato, dejó la jarra sobre el mostrador y abrazó a la chica. El saludo se extendió por varios segundos antes de separarse.

―Anna, cariño ¡Qué sorpresa! ―Cecile le tomó ambas manos―. Estás bellísima. No te he visto en meses ¿Cómo está tu familia?

―Están maravillosamente bien.

―Pero dime, mi niña ¿Quieres comer algo? Acabo de sacar del horno unos brownies de chocolate y nueces de macadamia ¿Sigue siendo tu favorito?

―Siempre ―se aparta un poco, haciéndole una señal a Charles para que se acercara―. Vine acompañada. Estábamos cerca de aquí y pensamos en...

Cecil se limpia las manos con el delantal antes de hacerle a Charles una reverencia.

―Su Excelencia, bienvenido a mi humilde café.

Charles hace una pequeña reverencia con la cabeza en respuesta.

―¿Tienes café? ―pregunta Anna―. ¿Crees que podrías servirnos dos tazas y traernos un par de brownies?

―Toda la bandeja si quieres.

―No, no. Dos estarán bien. Si se nos antoja otro te lo pedimos.

―¿Seguros?

Charles asiente una sola vez.

―Entonces por aquí. Les daré la mesa que les ofrezco a ti y a tu familia.

Charles parece dudar, pero al final se decide por seguir a ambas mujeres. Después de acomodarse, vio a Cecile desaparecer y aparecer un par de veces, siempre llegando con café, brownies, pan de maíz y otras delicias que no pudo resistirse a probar.

―Rico, ¿no? ―pregunta Anna, limpiándose la boca con la servilleta―. Cecile tiene buena mano para los postres.

―Lo está ―afirma él, llevándose un trozo del brownie con ayuda del tenedor. Al terminar de masticarlo, toma una servilleta y se limpia con ella los labios―. No recuerdo la última vez que comí algo de chocolate. A mi padre no le gusta, Tessie es alérgica y las gemelas... Bueno, ellas están en una dieta permanente. El consumo de azúcar es extra limitado.

Anna lo mira fijamente durante unos minutos.

―Hablas de ellas con cierto desdén ―dice―. ¿No te agradan?

Los ojos de Charles se vuelven un poco oscuros.

―No ―responde con firmeza―. ¿Has oído de Cenicienta?

―¿Quién en esta vida no lo ha hecho?

―Supongamos que Cenicienta, en esta historia, es hombre y en lugar de perder a ambos padres solo perdió a su madre. Mi madrastra no es malvada, pero sus hijas... ―pone los ojos en blanco―. Esas dos son realmente insoportables. No hay manera de tratar amablemente con ellas.

―¿Y de verdad lo has intentado?

Charles entrecierra los ojos, ofendidos.

―Lo hice. Varias veces. El Duque de Morland es mucho más afable que esas dos.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora