Capítulo cincuenta y cuatro | VO

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Gray encendió su tercer cigarrillo en cuanto el reloj de su teléfono marcó las doce y dieciséis de la noche. Guardó el mismo en el bolsillo y echó un vistazo a la boca oscura que parecía tragarse el jardín de la casa número treinta y dos de la calle Hardem en el apartado barrio West Nurbury. Era la primera vez que visitaba el municipio de Lambeth. Antiguo y rústico apenas lo describía.

Junto a él estaba Novato, el nuevo miembro de su equipo. En realidad su verdadero nombre era Eddie Martínez, pero Novato parecía un buen apodo para el puertorriqueño que recientemente se había integrado al cuerpo de la policía londinense junto a su hermano mayor, Alejandro.

Parecía un tipo agradable. Aunque Eddie no era tan alto como él, no podía negar que sus casi subdesarrollados músculos lo sobrepasaban. Tenía el sello de ataque estampado en la frente.

Eddie condujo sus ojos marrones hacia él.

―Eh, jefe ¿Exactamente qué hacemos aquí?

Gray lo miró fijamente.

―Vamos a comparar unas flores para mi esposa ―lanzó al suelo el cigarrillo y lo pisó para apagarlo―. ¿Tú que crees que hacemos en una casa escondida en el bosque a esta hora de la noche? Tenemos que entrar y revisarla.

―No tenemos una orden para entrar a la propiedad.

―No, aún no.

―¿Y piensa conseguirla esperando detrás de un montón de plantas secas?

Gray puso los ojos en blanco. Alzó la mirada y contempló la parte más alta de los árboles que los rodeaban. Una arboleda aún más amplia bordeaba la propiedad.

Era una casa de madera bastante común. Tenía sólo una planta y su arquitectura llevaba un estilo victoriano muy marcado. Alguna vez debió haber estado pintada de blanca, salvo que en ese instante se veía bastante descolorida por las inclemencias del tiempo. Una vieja cerca de madera pretendía cubrir la propiedad, pero esta estaba prácticamente destruida. La pequeña puerta se encontraba tirada en el suelo húmedo.

Toda la tierra lo estaba. Debió haber llovido recientemente.

―Mira, Novato. No te he traído conmigo para que cuestiones mi proceder. Esperaremos aquí hasta que tengamos la orden.

―¿Y cuánto tiempo tomará eso?

Gray lo fulminó con la mirada. Eddie, en respuesta, alzó ambas manos por encima de su cabeza y sonrió.

―Lo siento, jefe. Es mi trabajo hacer preguntas.

―Yo no soy un criminal al que debes cuestionar ―aguardó en silencio durante algunos segundos―. ¿Donde está Alejandro?

―Lo enviaste a ocultar el auto.

―Pero eso fue hace casi quince minutos. Me pregunto por qué me habré traído a los hermanos Martínez.

―Porque somos buenos en lo que hacemos.

Gray hizo una mueca a modo de respuesta. Escuchó el crujir de algunas ramas muy cerca de su ubicación. Se llevó la mano derecha hasta el arma que ocultaba en la parte trasera del pantalón.

―La zona está muy limpia, jefe, y el auto está muy bien escondido.

Gray puso los ojos en blanco al reconocer a Alejandro.

―Imbécil ―gruñó―. Pude haberte disparado.

Alejandro tenía una descarada chispa de diversión en sus ojos oscuros.

―Jefe, jefe, jefe. Si yo hubiese querido agredirlo, mis pasos habrían sido increíblemente silenciosos.

―Algo así como los míos ―musitó una voz tras Gray.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora