Capítulo 18 | Borrador SP

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Vio cómo le temblaban las manos y supo que la única manera de calmarla era tomándoselas

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Vio cómo le temblaban las manos y supo que la única manera de calmarla era tomándoselas.

―¿Qué dices? ―le preguntó él.

Anna gimoteó un poco. No se esperaba aquella pregunta. La noche anterior, había sido un sueño a pesar del fracaso en el parque de diversiones. Ella sabía que muchas cosas iban a cambiar, pero no creyó que lo hicieran tan pronto.

―¿Vivir contigo? ―balbuceó.

―Por supuesto.

―Pero, oh, Charles... ―le soltó las manos para cubrirse el rostro―. ¿Para qué?

―¿Cuál es el problema? Prácticamente ya convivimos. Me paso más en tu departamento que en el palacio.

―Sí, ¿pero comprendes lo que mudarse significa?

―Sí.

―Significa un cambio en toda la extensión de la palabra ―continuó, ignorándolo―. Con el alquiler del departamento, pensé que ya no tendría más cambios que hacer.

―Si lo que te preocupa es no ver a Zowie, puedes hacerlo cuando te plazca. Jamás lo prohibiría.

―Charles, tendría que traer mis cosas. No son muchas, es cierto, pero nunca has dormido con...

Él levantó ambas cejas y el gesto bastó para que ella comprendiera lo que estaba pensando.

―Dime, ¿con cuántas de los tres millones de mujeres con las que has tenido sexo has dormido si quiera una hora?

Aguardó en silencio un rato.

―No fueron tres millones. De haber sido así, me...

―Eso solo una expresión, por el amor a Dios.

―Ya no importa cuántas fueron, Anna. La verdad es que solo he dormido con una. Tú.

Anna tuvo que contenerse para no chillar como niña pequeña. La primera, lo que la convertía en la única.

Él volvió a tomarle las manos.

―¿Quieres otro motivo? Porque he decidido que de ahora en adelante no guardaré nada para mí, así que solo lo soltaré: no creo que pueda volver a dormir en una cama donde tú no estés. Puede que suene precipitado, pero la verdad me da igual.

Mentalmente, Anna comenzó a dar saltitos y volteretas por la habitación.

¿A dónde se había ido ese hombre que ella detestaba? Porque ahora parecía aquel príncipe encantador de los cuentos de hadas. Solo pensar en él le hacía olvidar cualquier otra cosa.

Oh, Dios, y se sentía tan bien.

―Lo voy a pensar, ¿sí? ―pero apenas terminó de hablar, le sonrió mientras saltaba a sus brazos―. Está bien, lo haré. Me mudaré contigo.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora