Capítulo treinta y cuatro | VO

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Anna se sentía casi tan impotente cómo se sintió cuando fue ingresada en prisión.

Paseó los ojos verdes por cada rincón en el salón, intentando localizar a Christopher. No pudo ver nada. Algunas parejas se levantaron de sus mesas y comenzaban a acercarse hasta la pista para bailar.

Volteó los ojos hacia Charles. De pie, cubriendo un poco a Carter, continuaba intercambiando algunas palabras. Ahogó un grito cuando vio a Carter moverse. Alzó un poco la cabeza por encima del hombro de Charles. Sintió ganas de vomitar cuando le descubrió el nacimiento de su sonrisa de diablo escasos segundos antes de ver a los meseros llenar las copas vacías.

En los ojos de Anna hirvió la furia. Inspiró violentamente por la nariz y se hizo paso por entre medio de la gente.

Carter le realizó una reverencia a Charles, cruzó unas pocas palabras y comenzó a alejarse, perdiéndose detrás de las puertas dobles al final del escenario. Anna se detuvo de golpe al verlo desaparecer detrás de la banda. Su mente comenzó a generar tantas ideas que la cabeza comenzó a dolerle ¿Qué hacía aquí? Cuando lo vio hablando con Charles, lo primero en lo que pensó es que él le haría daño. Sin embargo, parecía entero, en una pieza ¿Entonces qué hacía allí, un hombre que debería estar en prisión? ¿Cómo era posible que escapara y no estuviese enterada?

Anna disfrazó su furia con una sonrisa cuando Charles se volteó de regreso a la mesa. Tensó un poco los ojos mientras la miraba. Se le acercó lentamente mientras evitaba a las parejas en la pista.

―¿Qué sucede? ―le preguntó.

Quería preguntarle tantas cosas. Quería preguntarle si conocía realmente al hombre con el que acababa de cruzar palabra. Preguntarle de qué había hablado con él.

¿Debía decirle que no era realmente un pianista? ¿Cómo iba a decirle «él es Carter, mi ex, el hombre que me envió a prisión»? ¿Y si iba tras él? ¿Y si era lo que él quería, que lo persiguiera para herirlo donde nadie pudiera verlo?

La sola idea le provocó un fuerte vértigo.

―¿Anna? ―la llamó en voz baja, mirándola con preocupación.

Tenía el ceño fruncido y los labios en una fina línea.

―Estoy bien, Charles ―logró decir ella―. Necesito ir al baño.

―Está bien. Espera aquí. Pediré que alguien te acompañe.

Él se marchó sin darle tiempo a responder.

¿Debía esperar por un acompañante? De encontrarse con Carter, un acompañante, armado hasta los dientes, sería de gran ayuda. Pero esperar por dicha persona le daría ventaja ¿Que tan cerca se encuentra de abandonar el edificio? Necesitaba saber qué demonios estaba haciendo aquí.

Miró hacia atrás por encima del hombro. Su familia estaba muy ocupada en medio de un brindis para reparar en su presencia. Respiró hondo y desapareció por la misma dirección que había tomado Carter. Daba a un largo pasillo a la izquierda en dirección a las escaleras del segundo piso del edificio. Miró la puerta de metal a la derecha.

¿Qué dirección habrá tomado? Dudosamente se hubiese arriesgado a subir al segundo piso, pero ya se había arriesgado a tocar frente a cientos de personas. Además, ella alcanzó a verlo. Él lo sabía.

Por Dios, todo era tan obvio. La estaba atrayendo hacia un lugar menos concurrido. Lo que quería, el asunto que lo llevase hasta allí, tenía todo que ver con ella. Sabía que, al acercarse a Charles, lo encararía.

Se debatió entre volver a la mesa o enfrentarlo.

Agitó la cabeza frenéticamente mientras se frotaba la frente con los dedos ¿Por qué debía de enfrentarlo? Acceder a sus exigencias casi se sentía como si le debiese algo. No le debía nada, sino al contrario.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora