Capítulo cincuenta y dós | VO

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Las dos horas de viaje finalmente culminaron. Aun así, él se aseguró de que ella no pudiese ver nada, pidiéndole, diez minutos antes de que la camioneta se detuviera, que cubriera los ojos con el pañuelo negro que había sacado del bolsillo de su pantalón. 

―¿Ya puedo mirar? ―le preguntó ella.

Charles suspiró a modo de respuesta. Había perdido la cuenta de cuantas veces realizó aquella pregunta en los últimos minutos.

―Ten un poco más de paciencia, mujer.

Pero ella ya utilizó parte de su paciencia durante los cinco minutos que llevaba de pie.

―Eres nuevo en esto de tener experiencia con una sola mujer, Charles, así que te daré un consejo: no le pidas paciencia a una mujer. Eso puede inquietarla más.

―¿Experiencia con una sola mujer? ¿A qué te refieres?

―Que no estás acostumbrado a compartir todo con la misma mujer. Especialmente la cama.

―Es muy sencillo. Lo hago contigo porque eres mi única mujer.

―No...sí...bueno. No soy tu única mujer. Quiero decir.... Has dormido con otras.

―No, no he «dormido» con otras. Solo he tenido sexo con ellas. Son acompañantes efímeras. Tú eres mi única mujer.

A Anna se le derritió el corazón, y no pudo reprimir la sonrisita boba.

―¿Soy tu única mujer? ¿En serio?

Se hizo un silencio de algunos segundos. Después, sintió los cálidos labios de él estamparse en su mejilla.

―Por supuesto ―lo oyó decir―. No sé por qué aún lo dudas.

El aliento de él le golpeó en el cuello. Olía a café, ese delicioso café que le ofreció en el camino.

―¿Ya puedo quitarme el pañuelo?―preguntó ella―. No sé si lo recuerdes, pero anoche dijiste que tenía un boleto para pedir lo que yo quisiera.

―No lo utilices ahora. Podrías darle un mejor uso más tarde.

―¿En la cama, por ejemplo? ¿En ese probablemente nuevo colchón sin estrenar dentro de la casa rodante? 

―Anna, tengo guardias por aquí y nos están escuchando. Además, si un colchón es nuevo desde luego que está sin estrenar.

―Ah, ¿entonces ahora eres el hombre cohibido que le avergüenza hablar de sexo y yo soy la pervertida que lo adora?

―No.

―Bien. Así que supongo que no te molestará seguir con esta conversación.

―Anna...

―¿Qué? ―dejó escapar una risita―. No deberías molestarte. Después de todo eres la máquina de preparen, apun...

―Muy bien, suficiente ―gruñó―. Todos ustedes, dispérsense en este instante. No los necesito tan cerca. 

Anna escuchó el sonido de los pasos hacerse cada vez más bajo a medida que se alejaban. 

―Muy hábil, Mawson. Eres experta en sacarme de mis casillas.

―¿Yo? Pero si no he hecho nada.

―Resolveremos este pequeño desacuerdo donde mejor sabemos hacerlo.

Él no le permitió la oportunidad de responder a su comentario, porque casi en el mismo instante que paró de hablar lo sintió desatándole el apretado nudo del pañuelo.

―Tienes que mantener los ojos cerrados de todas formas y no podrás abrirlos hasta que te lo indique.

―Comienzas a ser increíblemente molesto, querido. 

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora