Capítulo setenta y seis | VO

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**IMPORTANTE: LEER NOTA AL FINAL, ¡SOLO SI TERMINASTE DE LEER ESTE CAPÍTULO!**


Habían invadido su casa y la habían alejado del hombre que amaba y de su familia. La habían amordazado, amenazado de muerte y golpeado. La habían obligado a ejercer presión sobre un buen hombre para que tomara una decisión. Había tenido que recurrir a los golpes para escapar de su prisión, recorrer el bosque de noche con aquellas bajas temperaturas que aún le calaban los huesos y valerse de sus diezmadas fuerzas para llegar hasta su vieja casa. Y cuando estaba tan cerca de hallarse a salvo se encuentra con él. Anna sintió aquello como una broma muy cruel. Todos sus esfuerzos no podían acabar en ser atrapada.

Cuando el agotamiento cayó nuevamente sobre ella, esta vez con más fuerza, sintió unas incontrolables ganas de echarse a llorar pero, al igual que había estado haciendo las últimas horas, se contuvo. No quería mostrar debilidad, aún cuando estaba a punto de desplomarse en el suelo sin una gota de energía.

Reforzada con el inagotable deseo de volver a casa, levantó el arma que cargaba en su mano derecha y la apuntó hacia él. Cameron ni siquiera se inmutó, como si le diera igual que lo amenazara con dispararle o no.

―No subiré al auto contigo ―gruñó ella―. Apártate. Me lo llevaré.

―No, no te lo llevarás, y tampoco me dispararás.

Él dio un paso, un único paso hacia ella, que bastó para hacerla temblar de pies a cabeza, como si estuviese balanceándose en el filo del precipicio.

Sostuvo el arma con más fuerza y continuó apuntándole.

―Ya basta, no te acerques. Si lo haces, yo...

―¿Dispararás?

―Lo haré ―sentenció, pero su voz no sonaba tan segura como quería aparentar.

Cameron sonrió un poco, como si acabase de ver la escena cómica de una película.

―Ya déjate de juegos, Anna, que ambos sabemos que no soy un hombre paciente.

Él volvió a acercarse, y Anna perdió el control de sí misma. Apretó el gatillo, pero Cameron se movió tan rápido que no se percató de que le había quitado el arma hasta que descubrió su mano vacía.

Anna esperó encontrarse con el arma apuntándole a ella esta vez. Sin embargo, vio que Cameron estaba centrado en desmantelarla pieza a pieza y luego arrojarla en el matorral que los rodeaba tan lejos como le fue posible. Aún así, a Anna le parecía seguir sintiendo su peso en su mano. Le parecía seguir oyendo el sonido del disparo.

―¡Ya está! ―gritó ella―. ¡Me quitaste el arma! ¿Ahora qué? ¿Me llevarás con el asesino de tu padre?

Cameron enarcó una ceja, y a Anna se le volcó el estómago al percatarse que su gesto era igual al de Charles.

―¿Qué haces aquí? ―le preguntó él―. ¿Cómo llegas desde London Dry hasta el corazón de un frío bosque?

―¡No actúes como si no lo supieras!

―No, creo que sé que está pasando aquí, pero pensé que sería mejor si tú lo confirmabas.

Anna quiso lanzarle un sinfín de maldiciones. Oh, Dios, quería tantas cosas... Darle golpetazos hasta desbaratarle la sonrisa, escupirle en la cara por ser tan mezquino. Pero había algo en sus gestos usualmente oscuros y siniestros, algo casi invisible que apenas podía notarse, que la hizo retroceder y ponerse en una zona segura.

―No sabes lo que está haciendo tu padre, ¿no es así? ―indagó ella―. ¿O te envió a buscarme?

El rostro de Cameron se volvió inexpresivo, y se mantuvo de la misma forma durante un largo rato.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora