Capítulo 14 | VP

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Lo despertó el barritar de un elefante, haciéndolo saltar en la cama al tiempo que observaba la habitación con los ojos muy abiertos

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Lo despertó el barritar de un elefante, haciéndolo saltar en la cama al tiempo que observaba la habitación con los ojos muy abiertos. No mucha de la luz de madrugada entraba por las cortinas cerradas, pero sí el inconfundible olor del café desde la cocina. Con el sentido común opacado por el barritar, se movió con pesadez, entontado por el sueño interrumpido de tajo, hasta descubrir de dónde provenía el sonido.

Del teléfono de Anna.

―Lo siento ―la escuchó decir desde la puerta―. Olvidé apagar la alarma.

La vio cruzar al interior de la habitación con nada más que la camisa de botones que él tuvo puesta el día anterior y una espátula de plástico en la mano izquierda. Apagó el sonido con un par de toques a la pantalla mientras pasaba la lengua por la hoja.

―¿Te gustan los panqueques? Acabo de sacar la primera ronda.

Charles parpadeó un par de veces antes de frotarse los ojos.

―¿Qué hora es?

―Cinco y treinta y poco de la mañana.

Lo vio fruncir el ceño.

―Te gusta madrugar.

―Paso más tiempo despierta que dormida.

―Si no te costó levantarte de la cama después de lo de anoche, entonces no hice un buen trabajo.

Anna se echó a reír. Se sentó en la cama y fue acercándose hasta él para dejarle un beso en los labios.

―Me quedaría en cama para recuperar las energías, pero debo ir a trabajar. Es lo que la clase trabajadora hace ―le volvió a dejar otro beso antes de levantarse de la cama―. Te espero en la cocina para desayunar.

La encontró de espaldas a él diez minutos más tarde. Tenía todavía la espátula en mano mientras servía en los dos platos el desayuno que había preparado. Tarareaba una canción suave que comenzó a cantar. Parte de la mesa ya estaba montada, faltando tan solo la comida.

―¿Necesitas que te ayude en algo? ―le preguntó.

Ella lo miró por encima del hombro.

―No, ya terminé. Me faltaban por hacer las croquetas de patatas.

Anna lo sintió aproximarse. Todo su cuerpo se sacudió con el calor que irradiaba la piel desnuda de su pecho, golpeando la espalda de ella, protegida por la camisa. Contuvo el aliento cuando le sintió la mano en la cintura, pegándola a él. Le respiró en el cuello al tiempo que buscaba con la boca un recoveco por donde acceder a su piel. Jadeó cuando la encontró e inició el recorrido con los dientes por su sensible tez. Decidido a expandir el terreno, llevó ambas manos hasta los botones de la camisa, deshaciéndose de los primeros tres. Acunó con sus grandes manos sus pechos, masajeándolos con lentitud, mientras su boca seguía trazando caminos por los hombros hasta la oreja. Le temblaron las manos, y a la distancia escuchó el ruido de la espátula al caer al suelo. Dio suaves mordidas a su lóbulo, mientras la lengua calmaba los pinchazos del dolor, convirtiéndolos en látigos de placer.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora