Capítulo cincuenta y seis | VO

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Las luces del pasillo parpadeaban ¿O era sólo su imaginación? Era muy posible, porque desde hace casi veinte minutos ha estado escuchando murmullos, y era la única persona en el pasillo.

¿Cómo había llegado hasta allí? Estaba muy lejos de la sala de espera, lejos de cirugía, donde el amor de su vida llevaba cuatro horas en una sala de operaciones luchando por su vida.

Se llevó ambas manos al pecho al sentir una fuerte punzada. Su mente se desconcentró de la tarea que se le había ordenado y sin darle tiempo a prepararle, la envió de vuelta a la carretera donde su peor pesadilla había comenzado.

A pesar de su miedo y su desesperación, Anna se las arregló para colocarle la cabeza en las piernas y mantenerlo despierto a pesar de sus intentos por dormirse.

―Juro por Dios que si te duermes me conocerás realmente enojada. Tú, amigo, no has visto nada aún.

Los labios de Charles se curvearon lentamente.

―L-Lo...

―No hables, ¿quieres? Obedece las reglas. Callado, pero despierto ―se mordió los labios para no echarse a llorar. Bajó un poco la cabeza y le depositó un beso en el pelo―. No me dejes. Aguanta un poco.

La ambulancia llegó diez minutos más tarde, y a pesar de sus intentos, cuando bajó la cabeza para darle la noticia, él ya había cerrado los ojos.

Un espantoso escalofrío la hizo temblar. Se frotó los brazos desnudos mientras continuaba su lucha silenciosa para evitar el llanto.

No tenía tiempo para lloriqueos. Debía mantenerse centrada y con la cabeza fría, aún cuando el deseo por gritar y golpear todo a su paso se hacía cada vez más fuerte. Concentrarse en su dolor no iba a ayudarla, ni a ella ni a Charles.

La rabia. Se apoyaría en su rabia, en su instinto, en su más profundo y anhelado deseo.

Acabar con el hijo de perra que inició esta pesadilla.

Por él.

Por ella.

Por un futuro juntos.

Y lo haría sin importar el costo.

Se levantó del incómodo asiento y respiró profundamente. Avanzó por el vacío pasillo, trayendo consigo su dolor vestido de rabia, dejando atrás a la Anna gentil que todos conocían.

Ellos despertaron a un demonio.

Más les valía estar preparados para el infierno.

El sonido de sus tacones resonó con firmeza. Aún llevaba puesto aquel largo vestido rojo, ahora manchado por tierra y sangre. Cerró las manos en puños y se concentró en su agitada respiración.

Tenía claro lo que haría y tenía la fuerza y la voluntad para hacerlo. Lo que restaba era confiar en que su rabia la mantendría en pie.

Se detuvo al encontrar la puerta custodiada por dos oficiales de la policía. Tras ella se encontraba ese hombre, ese monstruoesa bestia. El golpeteo de la rabia despertó su anhelo por gritar, pero también despertó una horrible sensación en ella que no había sentido jamás. Tan fuerte y tan horrible que se incrustó en sus huesos y en su alma como ponzoña.

Quería matarlo.

Podría matarlo.

Y aunque le esperaría una eternidad en el infierno, su alma lo disfrutaría.

―¿Terminó Gray con el interrogatorio? ―inquirió casi gruñendo una amenaza.

No aceptaría un no como respuesta.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora