Capítulo sesenta y seis | VO

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Se despertó por el frío, o al menos el que sintió en la parte derecha de su cuerpo, porque en la izquierda, donde Anna seguía dormida, solo podía sentir calor.

Le dolía un poco el cuello. Supuso que se debía a la mala postura que había adquirido antes de dormir. Estaba tan extrañamente cansado que no le importó acomodarse bien. Ahora se arrepentía por ello.

Intentó moverse sin despertarla. No era sencillo, porque Anna siempre abría los ojos al menor movimiento. Aún así, lo intentó. Movió un poco su brazo izquierdo para acomodarse. Dolió, por lo que desistió al instante. ¿Cómo iba a moverse sin despertarla?

Anna se movió un poco en la cama. Él se mantuvo quieto, esperando. Vio que su brazo se levantaba un poco, y después vio que lo acomodaba sobre su estómago. Perfecto, masculló en su mente. Ahora sería capaz de despertarse solo por el movimiento de su barriga al respirar. Justo lo que le faltaba.

Se quedó mirando al techo. Tal vez solo debía esperar a que se despertase por sí misma. Quizá necesite ir al baño, o su cuerpo sentirá que ya dormido lo suficiente. O sentirá tanto frío, como él, que se le acabará espantando el sueño.

O podría dormir por un par de horas más, y no le quedará más remedio que soportar el frío hasta que ella decida abrir los ojos.

Pese a todo aquello, estaba agradecido por tenerla allí.

Anna volvió a moverse. Escuchó un gruñido muy bajito y después, finalmente, la vio abriendo los ojos. Ella movió un poco la cabeza sobre su pecho.

―Estás despierto ―bostezó―. ¿Verdad?

―¿Tan floja eres que no puedes levantar la cabeza para confirmarlo?

―Sip.

Él sonrió.

―¿Dormiste bien? ―quiso saber.

―De maravilla. Quisiera decir que dormí como una reina, pero ya me dijiste que a veces Tessie no duerme muy bien por las preocupaciones que generan sus deberes.

―Así es. Veo que estás tomando notas.

―Soy una chica muy lista.

―Oye, chica lista. No es cosa de preocuparse, pero...

Anna levantó la cabeza bruscamente y lo miró, sobresaltándolo.

―¡Mujer, me matarás de un infarto! ―Gruñó él.

―¿Te duele algo? ―¿Estás sangrando? ¿Te lastimé mientras dormías? ¡Te dije que era mala idea!

Charles la miró como si se hubiese vuelto loca.

―Solo tengo frío.

―¡Por supuesto que tienes frío! Es lo que pasas cuando compartes las pequeñas y delgadas sábanas de un hospital con otra persona. Debí comprarte una sábana.

―Te dije que no la necesitaba.

―Te compraré una.

Anna se levantó y rodeó la cama para arroparlo, con movimientos lentos para no lastimarlo.

―Tal vez cuando venga tu padre ―le dijo ella―. O Tessie. O Gray.

―No soy un niño al que tengas que dejar con alguien.

―No te dejaré solo. Tú desobedeces mucho las reglas.

―¿Otra vez con lo mismo?

―Lo dices como si fuera algo malo.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora