Capítulo sesenta y uno | VO

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FELIIIIIIIIIIZ DIA DE SAN VALENTIIIIIIIIN 😍😘❤

BUENO, ESO, LOS QUIERO ✌💕


La primera vez que parpadeó fue incómodo, porque sentía pesados los párpados y los ojos llorosos. Cuando volvió a intentarlo, la brillantez de la luz rebotando en las blancas paredes lo obligó a cerrarlos.

Parpadeó nuevamente, y esta vez ellos decidieron permanecer abiertos al encontrar aquel brioso par de ojos verdes.

Charles despegó los labios con más dificultad de la esperada. Podía sentir sus labios secos, e incluso intentar pasar su lengua por encima de ellos le resultó una ardua tarea.

―¿Charles? ―la escuchó llamarlo.

Un quejido se le escapó al intentar moverse ¿De dónde venía el dolor y por qué no recordaba haberlo sentido la primera vez que despertó? En ese momento dolía, sí, pero hasta cierto punto era tolerable. Ahora era un poco menos que insoportable.

Parecía que se quemaba en una hoguera.

―¿Te sientes mal? ¿Te duele? ¿Charles?

Captó el esfuerzo por mantenerse calmada, pero pronto en su voz se escuchó la urgencia y la preocupación al no obtener una respuesta.

―Te quedaste ―murmuró lentamente.

―Por supuesto. Lo prometí.

―Mm ―sonrió―. Acércate. Un poco.

Ella se movió hacia él, y entonces pudo observar sus ojos verdes más cerca, tan cerca que podía alargar la mano y tocar su rostro. Entre medio de la ensoñación y la brillantez, pudo ver que llevaba un cubrebocas.

Y él ansiaba ver esa sonrisa que lo volvía loco.

―¿Por qué no te lo quitas?

La vio fruncir el ceño.

―¿El cubrebocas?

Charles asintió lentamente, y cuando ella le apartó la mirada, supo de inmediato que algo no andaba bien.

―No puedo hacerlo ―le dijo ella―. Órdenes de la enfermera.

―¿Por qué?

Ella lo pensó durante unos segundos.

―Mi garganta está irritada.

―Lo que está irritada es tu voz.

―Porque mi garganta lo está.

Él sonrió un poco, porque incluso en ese estado ella era capaz de contradecirlo.

―Te escucho peor ―se quejó por el dolor cuando intentó moverse―. ¿Qué ha sucedido?

―No es nada ―puso una mano sobre su hombro para mantenerlo quieto, pero se arrepintió de inmediato apenas él hizo una mueca―. Oh, lo siento. No quise, no sé dónde...

―Está bien. Sé que no lo haces a propósito ―sonrió―. ¿O sí?

―¡Por supuesto que no! ―gritó con los ojos muy abiertos.

―¿Ni siquiera por algún rencorcillo guardado?

―Charles, estás haciendo que me enoje.

―¿Y cuándo no lo hago?

Anna no pudo mantener aquella actitud por más tiempo, y a pesar de que no podría notarlo por el cubrebocas, ella sonrió.

―Creo que debería llamar al médico ―le acarició suavemente el brazo―. Vuelvo en un momento.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora