Capítulo 5_ Pastelillos.

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La cena había sido anunciada. Héoleth quién había estado hablando con su hermano Heometh un rato bajó junto a él para dirigirse hacia el gran comedor. 

Cómo siempre al llegar encontraron a todos ya sentados, así que se apresuraron a sentarse cada uno en su sitio.

Helaena recibió a Héoleth con una sonrisa y ésta se la devolvió con gusto. Ésa noche extrañamente se encontraba de humor.

Aunque este flanqueó un poco cuándo sin querer dirigió su mirada hacia la esquina del gran mesón dónde siempre Aemond se sentaba. El príncipe no le quitaba la mirada de encima, estaba más serio que de costumbre.

Héoleth frunció las cejas algo extrañada y dejó de mirarlo. El príncipe Aemond no le arruinaría ésa noche, estaba demasiado ofendida por su último ataque. Que la llamara bruja la lastimaba, pero que la llamara fea y que la comparara con sus hermanas lo hacía más. Así que se concentró sólo en Helaena, los príncipes Velaryon y por supuesto en su cena.

Comió entre risas, sus amigos en verdad eran graciosos.

—Yo que tú le ordeno que Deva le saque un ojo con sus garras, Heli. —sugirió Lucerys en un susurro. Habían estado mofándose de la reacción de Aemond en la tarde y cómo Héoleth tenía que poner un límite a sus abusos. — Al fin y al cabo él no podrá ordenarle a su dragón matarte. Porque no tiene.

Rió un poco pero dejó de hacerlo cuándo Jacaerys le propinó un codazo en las costillas.

—Calla, puede oírte.

—No me importa, que lo haga.

Héoleth rió, pero luego miró al mayor.

—¿Por qué no cuenta con un dragón?  

Jacaerys la miró e hizo un gesto desinteresado con la mano.

—No lo sé, simplemente su huevo no eclosionó.

Héoleth levantó los hombros, desinteresada.

—Me parece bien. Digo... si ahora que es malvado y presumido sin un dragón imagínate con uno.

Ambos niños asintieron dándole la razón a la pelirroja.

Las puertas del comedor se abrieron dando paso a la servidumbre trayéndoles los manjares de postre.
Héoleth aplaudió contenta al divisar sus amados pastelillos de mora. Una vez servida la mesa se apresuró en tomar uno antes de quedarse sin postre gracias a su querido hermano, quién ya los devoraba ansioso. Algunas veces la niña creía que Emeth ni siquiera masticaba, simplemente tragaba la comida así sin más.

Vio de reojo cómo Aemond tomaba el suyo también, y cómo era costumbre sólo lo dejaba en su plato sin siquiera probarlo. El platinado parecía más contento ahora. La niña no entendió porqué, si el jamás se comía el postre.
Dejó de mirarlo, algo enojada. ¿De verdad haría lo mismo de dejar el pastelillo para que ella lo tomara? Luego de tratarla tan mal en la tarde ¿En serio lo haría?

No estaba segura si él hacía eso todas las noches por ella, pero realmente no entendía cómo funcionaba la mente de Aemond.

A pesar que sus amigos le habían dicho que olvidase lo ocurrido, Héoleth no podía hacerlo. Si bien por fin se había defendido, eso no quitaba el hecho de que las palabras de Aemond no la hayan lastimado. En realidad siempre lo hacían y lo de esta tarde no sería la excepción. Aemond la había lastimado llamándola fea. Si de por sí ya todo el mundo la comparaba con sus hermanas por su casi nula belleza, ahora tenía que escuchar ofensas sobre eso de manos de un niño. Un niño que Héoleth quería de amigo, a pesar de todo.

Comió su postre en silencio, recordar el incidente hizo que sin poder evitarlo sus ánimos decayeran nuevamente.
Le dolía ser tratada de aquella manera. Así que sea lo que sea que Aemond planeara, Héoleth ya no quería sus tontos pastelillos. Podía quedárselos o obsequiárselos a Faraht si quería.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Where stories live. Discover now