Capítulo 32_ Calle de Seda.

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Durante unos segundos, solo reinó el silencio y la oscuridad del salón. Héoleth se llevó las manos al frente y se las frotó con nerviosismo. Aún dudosa de saber si estaba haciendo lo correcto en ceder a las palabras de Aegon.

Él príncipe no era de fiar, lo sabía. Sin embargo, allí estaba.

Pasaron unos momentos antes de que alguno de los dos hablara.

-¿Y bien? ¿Empiezo a hacer las preguntas o sólo la escucho? -Preguntó Aegon con una pizca de gracia mientras la observaba atento.

Sus miradas se encontraron, y ella notó que tenía un extraño brillo en la suya además de su ya común sonrisa petulante. Tragó saliva e intentó decir algo, pero no se le ocurrió nada.

El rió, avanzando a pasos arrastrados hasta posarse a unos pocos pies de ella.

-Será lo primero entonces. -Sus ojos jamás se apartaron de los suyos, parecía devorarla pasando su mirada desde sus píes hasta la cabeza. -¿A qué ha venido?

Héoleth dio un resoplido.

-Sabe a lo que he venido. Necesito que se explique.

-¿Respecto a qué?

Quiso bufar de nuevo, era obvio que estaba tomándole el pelo. Él sonaba como un mimado y petulante chiquillo.

-Aemond... -concluyó. -Me dirá lo que necesito saber de él.

La carcajada del príncipe rebotó por toda la habitación. Luego tambaleante se acercó más a ella, de modo que la tuvo a centímetros de su rostro. Alzó la mano y tomó uno de sus mechones para jugar a deslizarlo entre sus dedos.

Héoleth se removió incómoda pero no se apartó.

-Supongamos que le doy lo que pide. Yo... obtendré algo a cambio. -comenzó él, sus ojos violetas parecían atravesarla. -¿Cierto?

La joven tragó saliva. Conociendo las aberrantes prácticas que el príncipe solía hacer, y por cómo se había comportado con ella en más de una ocasión, se vio obligada a aclararle:

-No me entregaré a usted.

Fue el turno de él en bufar.

-Se entregó a mi hermano sin rechistar, pero conmigo se resiste.

Los ojos de ella se abrieron con sorpresa. Demonios... si no quería ser obvia había fallado al reaccionar de ésa manera. Entonces rápido frunció el ceño tratando de verse confundida.

Aegon rió ante su reacción.

-Oh... simplemente lo sé. Podrán haber engañado a todos, no a mí. -sus mejillas se inflaron en un gesto desinteresado. -Pero lo que quiero ahora de usted no tiene que ver con el acto físico... al menos no por ahora.

-¿Qué quiere? -la voz le temblaba, pero hacía lo posible por recuperar la compostura. Sabía que Aegon sólo quería confundirla. Debería tantear el terreno con mucho cuidado. Pero la verdad era que quería saber lo que sabía sobre Aemond.

Los ojos del príncipe se entrecerraron reluciendo el frío color amatista. Héoleth vió algo casi hambriento en su mirada.

Y es que en verdad el cuerpo de él ardía de necesidad, de deseo. Ella pareció no percatarse de las sensaciones que le provocaba. Él luchó contra el impulso que empezaba a apoderarse de su cuerpo y apartó la mirada, lejos de la tentación.

Ya no podía obligarla o demostrarle que la deseaba con todo su ser.

Podría tenerla para él, lo sabía. Pero no había otra alternativa, debía ir con calma si quería que ella viniese a él por decisión propia. Que lo escogiera.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Where stories live. Discover now