Capítulo 41_ Déjame ir.

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A la mañana siguiente, una nueva sirvienta ingresó apresurada a la habitación y observó a Héoleth de pies a cabeza con una expresión seria.

-Debe alistarse. -anunció. -Su familia la espera abajo.

Héoleth, que estaba tumbada sobre su cama se apresuró a levantarse al escucharla.

-¿Ellos están bien? -indagó.

-No puedo responder preguntas. Por favor, apresúrese. -Y le hizo un gesto con la cabeza para que se pusiera en marcha.

Rechinando los dientes, Héoleth volvió a la cama para empezar a vestirse.

-Bruja.

Le enfadaba tanto misterio y el trato descortés de aquella atrevida mujer, pero consciente de la urgencia, optó por obedecer sus indicaciones. Si hacerlo significaba respuestas, lo haría sin rechistar.

Minutos después, salió de su recámara y siguió a la sirvienta por un pasillo extrañamente silencioso. La ansiedad bullía en su interior a medida que avanzaban, descendiendo por la majestuosa escalera que conducía al salón principal.

Cuando llegaron, encontró a su familia en el centro esperándola, rodeados por una formación de guardias que parecían constituir un muro a su alrededor.

Suspiró con alivio. Estaban bien, gracias a los Dioses. Al acercarse vio a su hermano y se puso rápidamente a su lado.

-¿Emeth, qué está sucediendo? -inquirió. Quizás él sabía algo siendo el más cercano con los Targaryen.

Pero el príncipe siquiera le devolvió la mitada y sólo restó importancia al asunto con un movimiento de su mano.

-No lo sé. Seguramente no es nada de lo que debamos preocuparnos.

Sin embargo, su padre no estaba dispuesto a aceptar la situación sin cuestionarla.

-No es apropiado que ningún miembro de la familia real Targaryen esté aquí para explicarnos lo que pasa. Fue una grave falta de respeto encerrarnos en nuestras alcobas, y ahora ésto. - comentó con evidente descontento. - ¡Nos marcharemos inmediatamente una vez que este absurdo comportamiento sea aclarado!

Héoleth frunció aún más el ceño al enterarse de que también los habían recluido. Aquello era sorprendente e inaceptable.

Un par de lacayos se acercaron a ellos y entre gestos le indicaron dirigirse hasta las puertas. Rechistando obedecieron y fueron conducidos hacia la salida, sin otra opción más que seguir el extraño plan que se desarrollaba frente a ellos.

Afuera, un carruaje los esperaba, no tardaron en abordar en él y ponerse en marcha.
Mientras la diligencia descendía por las calles de King's Landing, Héoleth se asomó por la ventanilla y la escena que se desplegó frente a sus ojos solo aumentó su desconcierto.
Los habitantes del pueblo se aglomeraban en las calles, sus rostros reflejando una mezcla de asombro y confusión.

Había una sensación colectiva de introspección y cautela, como si todos estuvieran percibiendo la presencia de algo inexplicable y desconocido. Era evidente que ellos también estaban desconcertados por la situación que estaba ocurriendo.

Al volver a su lugar, suspiró cansada y observó a su hermano que estaba sentado a su lado. Héoleth notó de inmediato algo inquietante en su actitud. El joven mordía su labio inferior y movía el pié de un lado a otro.

Su comportamiento distante y nervioso le preocupaba.

-¿Estás bien? -le preguntó, apretando suavemente su brazo.

Emeth se sobresaltó ligeramente ante el contacto y suspiró profundo antes de volver la cabeza. Parecía estar sumido en sus pensamientos, distante y visiblemente nervioso.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora