Capítulo 19_ Príncipes Velaryon.

1.2K 115 57
                                    

La muchacha pelirroja giró por la curva de aquel pasillo zigzagueante y accedió por fin a unas escaleras que la llevaba directamente a la salida del castillo.

A su lado, su guardia Madroc intentaba seguirle el paso. Parecía cansado de estar casi corriendo detrás de ella. Héoleth rió al observarlo.

-Dime, Madroc, ¿Ya te cansaste de ser mi guardia permanente?

El soldado no hizo más que parpadear y la observó con reproche.

-Mi único deber es su seguridad. -dijo solemnemente.

Héoleth sonrió sin mostrar los dientes y negó con la cabeza.

A pesar de parecer tranquila, estaba tensa. Tenía miedo de girar en una esquina y encontrarse con Aegon listo para atacarla de nuevo. De sólo pensarlo un escalofrío le recorrió por la espalda.

-Él no volverá a importunarla-Madroc le dijo, como si percibiera su inquietud.

Ella suspiró.

-Eso me encantaría. Pero por desgracia es un príncipe y tendré que verlo en más de una ocasión.

-No me importa que sea un príncipe, si se acerca de nuevo a usted patearé su pálido y diminuto trasero.

Ingresaron por un pasillo en dónde se encontraban la mayoría de los aposentos de la familia real.

Héoleth no pudo evitar tensarse más.
Si Aegon aparecía de repente no estaba segura de cómo iba a reaccionar.

Casi le dió un ataque de ansiedad cuándo una de las puertas se abrió en el momento en el que pasaba frente a ella.

Pero se relajó cuándo de ésta apareció una sirvienta menuda de cabello claro y ojos azules que la miraron con terror.

Héoleth se quedó perpleja unos instantes, callada, mientras observaba cómo la concubina clavaba su mirada en el piso, sin atreverse a mirarla de nuevo.

La joven tenía un aire delicado, como si se estuviera recuperando de una enfermedad con los ojos totalmente rojos. Parecía cómo si hubiese estado llorando.

Frunció el ceño sintiéndose un poco mal por la lamentable condición que la joven tenía. ¿Estaría enferma? ¿La habían regañado por algún error cometido? Daban igual los motivos, ella parecía estar pasándola mal.

Su noble corazón quiso acercarse a ella y preguntarle lo que le sucedía, pero antes de poder hacerlo la Reina Alicent apareció por detrás de la concubina.

La mujer frunció el ceño y la miró con expresión asustada.

-Princesa. ¿Qué hace aquí? -le espetó con un tono cortante que desarmaría a cualquiera. Le hizo un gesto a su propia concubina y ésta tomó a la joven rubia sacándola de allí.

-Sólo pasaba por aquí, Majestad.

La Reina no pareció muy convencida, pero asintió y luego disculpándose salió de allí a toda prisa. Héoleth observó a la mujer un momento preguntándose por qué parecía tan preocupada.

Le echó una extraña mirada a Madroc y éste sólo se encogió de hombros. Vaciló un momento y luego optó por seguir avanzando. Se había tardado bastante, seguramente los invitados ya habían llegado a las puertas del castillo hace rato.

Cuándo por fin llegó a su destino, paró en seco; sus piernas no querían dar ni un paso más gracias a aquellos condenados tacones. La enorme puerta principal del palacio apareció ante ella y se agachó un poco para recuperar el aliento.

Aliviada por haber llegado, salió hacia el exterior junto a Madroc.

Allí habían varias carretas reales con sirvientes bajando cosas de ellas, pero no había rastro de sus amigos. Se acercó a uno de ellos y le preguntó sus paraderos. Cuándo el sirviente le dijo que ya habían ingresado al castillo, se vino abajo.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora