Capítulo 45_ El protector.

456 52 5
                                    

El viento silbaba a lo largo de las laderas y golpeaba con violencia contra las copas de los árboles mientras Héoleth caminaba a través del oscuro bosque.

Las sombras se cerraban a su alrededor, a la vez que la gélida brisa susurraba entre las hojas y las ramas que crujían ominosamente por encima de ella.

La noche era profunda. Cada paso que daba resonaba en el silencio, haciéndola sentir más vulnerable.

Había una sensación extraña en el aire, un mal presentimiento que no podía ignorar. Un escalofrío la recorrió entera.

Héoleth recordaba haber tenido esa misma sensación el día que el Rey Viserys habían muerto: una energía premonitoria.

De repente, las sombras del bosque se tornaron más oscuras, y casi pudo ver formas tenebrosas que no había notado antes.

—¿Hola? —preguntó hacia la oscuridad sin saber que más hacer. Su voz retumbó con un eco solitario.

La inquietud se convirtió en temor cuando escuchó una rama crujir detrás de ella. Se giró sobresaltada apretando el costal en el pecho a modo de protección.

De repente, un hombre emergió de la oscuridad, su figura apenas perceptible entre los árboles. Vestía ropas oscuras y su rostro estaba oculto bajo una capucha.

—¿Princesa Héoleth Midthunder? —le preguntó con voz ronca, mirándola con ojos penetrantes.

Ella asintió, tratando de ocultar su nerviosismo.

—Sígame y no se aleje. La noche es peligrosa. —dijo él echando un rápido vistazo al cielo. Su voz era ronca y grave, pero su tono carecía de amabilidad.

El presentimiento en Héoleth se intensificó, pero obedeció y se encaminó hacia él. Era el hombre que Daeron había enviado, tenía que ser confiable.

El encapuchado dio un paso adelante y señaló que caminara. Ella apretó el paso, siguiendo al desconocido más profundo en el bosque.

La oscuridad era abrumadora, y el sonido del viento se había convertido en un aullido fantasmal que llenaba sus oídos.

Pasaron varios minutos en silencio, y comenzó a sentirse más incómoda con cada paso. De la nada, tres figuras más emergieron de los arbustos cercanos, rodeándola. La princesa sintió su corazón acelerarse mientras se daba cuenta de que algo estaba muy mal. Su corazón dio un vuelco en su pecho, y un nudo de temor se formó en su estómago.

Giró hacia el hombre que la había guiado.

—¿Qué está pasando? ¿Dónde me lleva?

El hombre bajo la capucha permaneció en silencio, como si las palabras no tuvieran significado. Héoleth se sintió atrapada, pero no iba a rendirse sin luchar. Intentó retroceder, alejarse de ellos, pero él la tomó por el brazo con fuerza y comenzó a arrastrarla hacia adelante.

—¡Déjenme ir! —gritó, luchando por liberarse. Pero sus esfuerzos fueron en vano.

Sentía náuseas. Todo eso era tan extraño que le resultaba difícil de soportar. Le flaquearon las rodillas, pero el hombre siguió arrastrándola.

— ¿Quién los envía?

— ¡Ese no es problema tuyo, mujer!— respondió furioso uno de los que venían detrás.

—Exijo que me digan quién los ha enviado. — ordenó importándole muy poco las miradas cansadas que más de uno le brindó. — Traidores. ¡Van a pagar muy caro!

—¡Cierra la maldita boca! —gritó el que la arrastraba apretando más el agarre y haciéndola chillar de dolor. — O me encargaré de cerrarla de un sólo golpe.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Where stories live. Discover now