Capítulo 50_ Cobarde.

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                🚨Lectura extensa🚨

Desde pequeña, su madre insistía en ese color. Ella lo adoraba. Siempre alegaba que era el que distinguía a las pelirrojas entre todas las demás, resaltando la exuberancia de su cabello y dándole un aire de realeza.

Erolith lo asociaba a la pasión y el amor, atributos que a menudo se asignaban a las personas con cabello pelirrojo. Pero por encima de esas virtudes había algo que más resaltaba. Un aspecto único: su fuerza.

El azul y el verde, aunque también podían ser atractivos para las personas de cabello rojo, éstos no se ajustaban tan bien a todo ello.

En su juventud, Héoleth había ignorado esos consejos, prefiriendo el azul que identificaba a su Casa. Ahora, desterrada de su hogar y enfrentando una vida que nunca imaginó, había llegado a entender a su madre. De pie frente al espejo, se observó detenidamente en el reflejo llegando a comprender de una vez que aquel era su color definitivo.

El rojo.

Estudió su reflejo con cuidado, sintiendo cómo el hermoso vestido rojo realzaba sus rasgos y hacía que su cabello cobrara vida con un brillo ardiente. Era una declaración de su propia fuerza y decisión.

En ese momento, Milufer entró con delicadeza en la habitación, y la voz suave de la joven sacó a Héoleth de su ensimismamiento.

—Ya es hora.

Héoleth asintió lentamente, recobrando la compostura. Se volvió hacia su concubina y le ofreció una pequeña sonrisa agradecida por su apoyo constante. Luego, con un largo suspiro, salió de la habitación, decidida a enfrentar la conversación que tanto temía con Aemond.

El vestido rojo ondeaba con cada paso que daba, y se sintió fortalecida por su elección. Dejaba un pasado atrás y era el comienzo de una nueva etapa en su vida, una en la que el rojo sería su color dominante, una declaración de su propia valentía.

La noche se extendía en silencio sobre los pasillos oscuros del palacio. Avanzó con paso decidido hacia la alcoba del príncipe. El susurro del viento marino que se colaba por las ventanas era el único sonido que rompía la quietud de la noche. Mientras avanzaba, su corazón latía con fuerza.

Estaba decidida a aclarar las cosas con Aemond, a reconstruir la relación que una vez compartieron. Pero también era consciente de las consecuencias. Si no lograba que él volviese a confiar en ella, tendría que enfrentar un futuro incierto. Por más que Milufer insistiera en que luchara, Héoleth no estaba dispuesta a permanecer en un lugar en el que no fuese aceptada y respetada.

Le había costado bastante al decidir actuar, pero al final se dijo que debía intentarlo. El peor escenario sería que Aemond no cediera. Sería algo doloroso pero ella lo habría intentado. Quería hacerlo. Todo era mejor que ser perseguida en el futuro por el pensamiento de «¿qué hubiera pasado si…?».

Suspiró de nuevo pero entonces al girar en el ala de los aposentos de los Targaryen, en medio de la penumbra, una figura surgió desde una de las habitaciones, y Héoleth se detuvo en seco.

La antorcha cercana iluminó el cabello de la figura y el rojo escarlata que se reflejó hizo que lo reconociera de inmediato. Era Emeth.

Al principio, ella no comprendió, pero luego el reconocimiento la golpeó con fuerza. Esa alcoba pertenecía a Helaena. Un nudo se formó en su garganta mientras observaba a Emeth escabullirse a paso apresurado sin notar su presencia.

Una dolorosa punzada en su bajo vientre la hizo retroceder, sintiendo que comenzaba a perder el aliento.

¿Qué estaba haciendo Emeth en la alcoba de Helaena en medio de la noche? Las sospechas la asaltaron, pero no quería creer lo peor. Era su hermano, después de todo. Aún así, no pudo evitar sentirse preocupada y perturbada ante la posibilidad de que Emeth estuviera involucrado en un romance con la Reina.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Where stories live. Discover now