Capítulo 24_ Se valiente.

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El clima aquella mañana estaba más cálido de lo que se suponía que tendría que estar en pleno invierno. No corría viento y las nubes no amenazaban con otra nevada copiosa.

Algo que la princesa pelirroja agradeció enormemente al estar en aquella lejana y apartada zona del bosque real. Llevaba esperando por mucho tiempo al joven castaño, tal cómo habían acordado pero hasta el momento no había rastros de él.

La paciencia nunca había sido una virtud característica de ella, por lo que la espera estaba empezando a molestarle.

Al menos contaba con la compañía de sus cuervos, quienes sobrevolaban las copas de los árboles o posaban junto a ella de vez en cuándo. Si la pillaban escapando de la  seguridad del castillo, al menos tendría la excusa de haberlos sacado a entrenar. Aunque no sabía si ésa excusa le serviría de algo.

Por supuesto, también estaba acompañada de su soldado protector, Madroc. Parado unos metros más adelante, con su porte tan amenazador y la expresión seria de siempre.

Estuvo por dirigirse a él, cuánto un fuerte graznido del cuervo centinela se escuchó en lo alto. Los dos se volvieron a la vez y rápidamente se pusieron en alerta.

Aunque no duró demasiado, ya que frente a ellos, emergiendo de entre los árboles una conocida figura oscura apareció.

Drant le dirigió una sonrisa, acercándose a ella cubierto en un tapado marrón. Héoleth imitó su saludo, aunque sin poder evitar fruncirle el ceño por la demora.

Los cuervos a su lado graznaron amenazante al verlo acercarse a ella.

Är en vän. (Es un amigo) —espetó en voz alta y las aves se callaron de golpe.

—Sabía que llegaría antes, princesa.— declaró Drant luego de cerciorar que sus ojos no correrían peligro frente a aquellas enormes aves.

—Sin formalidades, Drant. —lo reprendió Madroc resoplando con hastío. Aquel joven no aprendería nunca.

—Fuiste tú el que llegó tarde. — acusó Héoleth cruzándose de brazos.

—Lo siento, debía asegurar que traía todo lo necesario para mi viaje.

La joven asintió y echó un vistazo alrededor pese a estar prácticamente segura de que estaban solos.

—Será mejor que nos apresuremos, Drant. No pasará mucho hasta que mis padres se den cuenta de mi ausencia y la de mis cuervos en el castillo.

El joven asintió y su agradable semblante fue reemplazado por uno más duro. Rebuscó entre su tapado y de él sacó un objeto recubierto en un trapo sucio. Lo dejó frente a ella y lo descubrió con cuidado.

Allí posaba inerte y con aspecto desagradable, una mano humana cercenada.

Héoleth trató de fingir naturalidad viendo a aquella grotesca escena aún sintiendo el estómago revuelto. Se giró hacia Drant de nuevo, inspirando hondo, tratando de infundirse fuerzas para hablar sin mostrar debilidad.

—Fue hecho.— dijo el joven entendiendo su mirada. —Los forajidos han sido cazados y asesinados.

Héoleth exhaló un suspiro como si se hubiera quitado un gran peso de encima. La muerte de su ex prometido por fin había sido vengada.

—Dime que sufrieron.

La frialdad de su voz se volvió un glaciar. Él se quedó paralizado. El implacable, oscuro y  desconocido tono que había tomado la Princesa lo sorprendió.

—Tal cómo lo ordenaste.

Ella cerró sus ojos y asintió. Sé valiente. Sé valiente.

Estaba hecho. Por fin. Un amargo capítulo de su vida por fin había finalizado.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen (EDITANDO)Onde histórias criam vida. Descubra agora