22. | La última noche

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11 de febrero
Los Ángeles, California

El departamento de Ymir era espacioso, un duplex de buen tamaño en una de las calles principales de West Hollywood. Aunque Sienna consideraba que aquel era un lugar demasiado concurrido para vivir, Ymir parecía haberse adaptado muy bien a su nueva vida.

Una vez disuelta la algarabía general por el reencuentro, todos habían acordado que lo mejor era ponerse en acción cuánto antes. De modo que ahí estaban: Sienna e Ymir sentadas en la sala junto a Connie y Marco, los cuatro esperando y en distintos grados de incomodidad.

— Muy bonito...— Connie dió un silbido inspeccionando un jarrón de vidrio — Ymir, debes haberte terminado toda tu fortuna decorando este lugar.

— No la mía, la de los Ackerman. — Ymir se encogió de hombros ganándose una mirada de sospecha por parte de Sienna.

— ¿A poco la fortuna de los Ackerman se termina? — Marco rió.

— Sienna fue lo suficientemente generosa como para ofrecerme todo el dinero que necesitara cuando me instalé aquí. — replicó Ymir con dulzura.

— No reviso mi cuenta bancaria desde hace meses — la azabache dió un resoplido resignado.

— Y te aconsejo que no lo hagas.

La puerta principal se abrió causando que todos den un sobresalto. Connie y Marco sostuvieron sus revólveres, - que hasta aquel momento se habían encontrado tirados en el sofá -  y apuntaron a la entrada.

Unos muy sorprendidos Jean y Mikasa aparecieron tras la puerta, ambos cargando varias bolsas de comida rápida. Marco y Connie se relajaron en seguida. 

— El susto que nos han dado. — se quejó Jean mientras él y Mikasa dejaban las bolsas en una mesa cercana.

— Nunca está de más ser precavido. — Connie dió la vuelta a su revólver — Que bien huele, muero de hambre.

— ¿Salieron a pedir comida? — Ymir miró a Jean y Mikasa frunciendo el ceño — Pudieron ordenarla o mandar a alguien. Para eso está el personal del departamento.

— No he pisado California desde hace años, — repuso Mikasa tomando asiento en el sofá — Quería hacer un poco de turismo.

— Y ese turismo puede terminar con una bala en tu preciosa cabeza. — Ymir dió un bufido — ¿Saben que este es territorio de los Reiss, verdad?

— ¿Y como explicas que tú sigues viva?

— Los Reiss no me conocen tan bien como a ti. O a ti. — replicó Ymir señalando también a Sienna — Créanme que si alguna de ustedes se hubiese infiltrado no habría durado ni una semana.

— Tranquilas, tengo todo bajo control. — intervino Jean, rodeando con un brazo los hombros de Mikasa — Tengo a una decena de hombres en los alrededores cuidando que ningún Reiss se acerque.

— ¿Así? Pues seguro ellos tienen 100 tras tus pasos. — Ymir resopló.

Sienna dejó de prestar atención cuando Jean se puso a debatir el porqué sus hombres valían por 15 de los Reiss.

Se levantó del sofá y se acercó al balcón al otro lado de la sala.

Los Ángeles era una ciudad casi desconocida para ella. Totalmente ajena. Era enorme y preciosa sí, el lugar ideal para vacacionar unas semanas. Pero también era el hogar de sus enemigos. Y ellos sabían que estaba allí.

No podían ocultar el hecho de que se encontraban en Los Ángeles, así como tampoco el apoyo de los Kirschtein. Si los Reiss tenían al menos la mitad de espías en Los Ángeles que los Ackerman en Tokio, probablemente ya debían haberse enterado hace horas que dos Ackerman habían pisado su ciudad. No valía la pena seguir escondiéndose.

blood wedding | eren jaegerWhere stories live. Discover now