Unos meses después pt.3

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Tezcatlipoca sonrió.

El humo que inundaba la calle no era como cualquier neblina, era un humo oscuro casi negro. Tan grueso que podía hacerse presente en el tacto.

La cortina oscura que comenzaba a inundar la calle, cubrió por completo a la muchacha.
Del humo salió una figura alta, casi cuarenta centímetros más alta que la chica.

Apresuradamente y sin hacer presente el sonido de sus rápidas y ágiles pisadas, pasó frente al hombre, quién tenía el cuchillo en alto, apretado, afilado, ya listo para cumplir con su cometido.

Ella era imperceptible, ligera como el humo que la precedía, veloz se desplazaba por el aire.

Fue como un relámpago pero sin sonido ni luz. Estiró su brazo, alcanzando a los dos chiquillos.

Los vio fugazmente: Se parecían, probablemente eran hermanos, el mayor de ellos estaba frente a la menor, con los brazos extendidos frente de la niña, actuando cómo escudo. La chica dedujo que el niño, instintivamente estaba protegiendo a su hermana, no tuvo tiempo de razonar, así que ese fue su primer reflejo.

Ese detalle de valentía en serio hizo enfurecer a Emma. El destello de heroísmo que tuvo el pequeño ante el peligro, le encendió una llama que más pronto que tarde, le estaba causando un incendio.

Se enojó tanto pues el niño no tenía la responsabilidad de "hacerse el valiente" o de proteger a su hermana, no si ella estaba ahí, no si había adultos para protegerlos. Los pequeños no pasarían ningún daño, ella se encargaría de que regresaran a su casa sanos y salvos. Y de su agresor.

Una capa de obsidiana bastante gruesa se formó al rededor de ellos, envolviendo a los niños y a Emma en una construcción casi esférica.

Cuando el calavérico hombre blandió el cuchillo para cometer el detestable acto, lo clavó en la negra piedra cristalina que ahora cubría a las que hubiesen sido sus víctimas.

El hombre miró estupefacto la formación de piedra volcánica frente sí, para él fue una cuestión de segundos, ni siquiera se percató de la aparición de la capa de obsidiana.

Se preguntó si lo que estaba frentpe a él era real o si los nervios y las drogas lo estaban haciendo ver cosas que no eran posibles.

Apareció de la nada, si algo o alguien había pasado frente a él, sus ojos no fueron capaces de verlo.

Desorbitado, palpó la obsidiana, parecía real.

-¿En qué momento...?- fue lo único que pudo decir, con el cejo fruncido y la expresión extrañada.

El sonido de cristal rompiéndose cortó su raciocinio.

Un puño ( que fácilmente tenía el tamaño de dos puños suyos) atravesó la formación de obsidiana desde adentro, con un golpe firme y seco, penetró desde sus interiores. El cuchillo voló por el impacto, el hombre retrocedió unos cuantos metros por el susto que se llevó.

-La piedra... La piedra se está desvaneciendo en el humo...- dijo tembloroso señalando con el dedo lo que presenciaba.

La cristalina y oscura piedra comenzaba a desaparecer casi tan rápido como se formó, dejando detrás una capa de oscura niebla, de ella se erguía una alta figura junto a dos pequeñas siluetas.

Una mujer más alta que él, que portaba arreglos de oro en sus orejas, llevaba su cabello recogido y parecía que estaba hecho del mismo humo que la había formado.

En su pecho cargaba un arreglo de oro del cual colgaba un espejo circular de obsidiana arcoiris, imitando la luna nueva.

La Sangre de los Dioses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora