Aceptación

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— Tenemos que poner reglas.

— Pff.— Tezcatlipoca se bufó.— ¿Sabes con quién estás hablando?

Habían pasado ya varios días desde lo que ocurrió en el arroyo. Emma sabía que desde ese momento en más, su vida iba a cambiar drásticamente, pues estaría compartiéndola con un dios. Era necesario llegar a acuerdos para que su estancia fuese lo más pacífica posible.

— Tezcatlipoca, si tenemos que convivir, debe haber límites.

El dios se limitó a soltar un suspiro y rodar los ojos.

— Sólo te haré caso por qué no eres completamente humana, si no ya te hubiera comido el corazón, por insolente.

<Pareciese que lo anhelaras. ¿Por qué no lo has hecho ya?>

La muchacha aún se estaba recuperando del shock emocional en el que estaba cuando Tezcatlipoca la atrapó en el aire, antes de golpear contra el suelo. Aún estaba inestable y no era de las personas que supiera decir un rotundo "no" sin dar explicaciones o tratar de convencer a la otra persona.

Aún así tendría que hacer un esfuerzo.

Decirle "no" a un dios que estaba acostumbrado a hacer lo que se daba la gana, parecía un excelente comienzo.

— Entiendo que eres un dios, siempre has ido a dónde has querido, hecho lo que te plazca y has pasado encima del que se te ponga enfrente.

— Culpable de todo.— sonrió sosteniéndole la mirada.

Ella volteó a verlo perpleja. Juntó las palmas de sus manos, inhaló profundamente, no solo aire, también fuerza y temple para decirle las normas de convivencia.

—...Bien, número uno: no puedes seguirme al baño.

— Yo jamás...

— Te metiste al baño mientras me bañaba por qué te llamó la atención una imagen de la Virgen de Guadalupe, y me preguntaste quién era. Gracias a Dios tenía la toalla puesta.

— Tiene un parecido tremendo a la madre de Huitzillpochtli...

— A eso me refiero. No conoces los límites humanos.

— Tal vez ustedes tienen exceso de pudor.— se encogió de hombros

— No estás acostumbrado a ello, por eso hacemos esto. Número dos: No leas mis pensamientos.

— Ay Ometeotl, no has pensado nada que no haya escuchado ya de cualquier humano.

— ¡Me da vergüenza! A veces ni yo sé lo que estoy pensando.

— Tienes un fetiche raro con los que fuman marihuana.

—¡Deja de escuchar mis pensamientos!— la chica hizo el cuerpo hacia atras.—... Es una etapa ¿Okay? Se me pasará.

Tezcatlipoca levantó una ceja.

— ¡Cómo sea! ¡Número tres! Queda estrictamente prohibido que dañes mi integridad.

Tezcatlipoca, extrañado, respondió.
— Soy el primero que quiere protegerte.

— Incluye la integridad moral y mental, dios de los espejos. Es decir que sí no me siento cómoda con algo que hagas, te lo haré saber y tendrás que parar.

"¿Integridad moral?" Se preguntaba Tezcatlipoca mientras la miraba extrañado.

— En serio no puedo imaginar a qué te refieres con eso.

— ¿Recuerdas cuando me amenazaste con coserme la boca con espinas de maguey?

—... Sí... — el dios se cruzó de brazos.

La Sangre de los Dioses Место, где живут истории. Откройте их для себя