Ejecución pt.2

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Salió despavorida de la habitación. Jorge la esperaba en el mismo lugar dónde lo dejó. La vió desordenada y asustada, la interceptó entre su huracán de pensamientos.

—¿Estás bien?

— ¿Eh? Sí. Sólo estoy... Ansiosa de seguir con la fiesta. — volteaba a todos lados.

Jorge sostenía una bebida rosa con limones y limas flotando en la superficie.  Emma la olfateó, el olor era agradable, frutos rojos y menta.

— Puedes pedirme un sorbo, no es necesario que la olfatees como un sabueso. No soy envidioso.— se burló.— ¿Quieres un poco?

Emma esperaba que su cuerpo la desobedeciera sucumbiendo ante el hechizo. Pero no pasó nada.

— No, no, gracias...

— Está bien, de lo que te pierdes... Es mi sabor favorito: Naranja y uva.

Ella había detectado otros olores, otras notas frutales. Si su voluntad se mantuvo firme ante esta bebida. Solo podía significar una cosa: Eso no era alcohol.

— Quiero algo más fuerte...

— Creí que no querrías...

— Ahora si quiero. — lo miró fulminante.

Hubo un pequeño espacio de silencio. Justo antes de la tormenta de baile, centellas de risas y explosiones de diversión.

Cada trago la hacía cerrar más los ojos, sentía ardor en el estómago y las cosquillas desde la nuca hasta las sienes. Se preguntaba dónde había estado ese fermentado dulce que le quemaba la garganta y los miedos.

El alcohol le daba valor para hablar, sorprendentemente sus malos chistes eran bien recibidos, la risa de la gente le reafirmaba lo equivocada que estaba sobre las fiestas. No sentia dolor, sólo flotaba, el pecho no le punzaba, se creía capaz de todo.

— ¡¡¡ESA ES MI CANCIÓN!!!— gritaba con cada canción.

Se subía a la mesa a bailar o cantar de vez en cuando, la primera vez, por consecuencia del hechizo, las demás, por gusto. Alimentaban su necesidad de aprobación con los aplausos, grito de júbilo y las invitaciones a un nuevo trago de licor. A pesar de estar ebria, no podía detenerse, no quería volverse a sentir sola. Su cuerpo se movía cómo si siempre hubiese sabido cómo hacerlo. Veía distintas caras al mismo tiempo, preguntaba si era era Jorge o alguien más. ¿Era Tezcatlipoca? ¿Que hacía Tezcatlipoca ahí?

— ¿Estás...enojado conmigo...?

— ¿Por qué estaría enojado contigo?

Era una voz conocida.

— No te vuelvas a ir... Te extrañé mucho.— Se abrazó a su torso.

— No me iré...

El sonido retumbaba en todas partes de su cuerpo, su cabeza se hacía más pesada, su cuello ya no era lo suficientemente fuerte para sostenerla.

— ¿Cuándo regresaste? — preguntó él.

— ... Nunca me fuí... — pasó el toque de sus dedos por el fornido brazo del hombre.— Tú te alejaste...

— No... Jamás haría eso...— la hundió más en su pecho. — ... Quédate conmigo, no te vuelvas a ir...

Ella, recargada en la piel de sus pectorales, escuchaba el profundo y ahogado sonido de su corazón, resguardado por una jaula de costillas, una prisión de hielo que solo se derretía para ella. Se sentía en paz.

— Pensé que... Yo no era lo que necesitabas... — musitó apunto de quedarse dormida.

Rió.— Eres todo lo que anhelo. A ti te pertenece una parte de mí que no sabía que poseía. Eres dueña de mis sueños y mis ambiciones, de mis miedos y esperanzas. Eres el centro de mis proyectos, todo lo que hago, lo hago por ti... Por nosotros. Para poder estar juntos, al fin. — tomó su diminuto mentón en su mano.— No sería correcto robar algo que no me pertenece, pero mis ansias de besarte me están matando. Necesito tocar tus labios con los míos otra vez ¿Puedo besarte?

La Sangre de los Dioses Where stories live. Discover now