La pre fiesta

1.6K 235 105
                                    

-—¿Alguna vez has ido al Mirador?

— De niña solamente.

Hundió la bota en el acelerador.

El Mirador era un terrero alto, ubicado en el Sur de la ciudad. Era lindo verlo a la luz de día, pero de noche, el brillo de los focos artificiales salpicaba el lienzo oscuro de las montañas y rincones sin alumbrado público. Una gama de colores cálidos hacia frente ante la naturaleza nocturna.

El aire de la noche entumecía la piel de Emma, pero la hacía sentir viva. Asomó su cabeza por la ventana. Jorge la vió y esbozó media sonrisa.

Apretó un botón y el techo del carro comenzó a retraerse. La chica se asustó y abrazó su pequeña bolsa. El muchacho sonrió de oreja a oreja.

— Disfruta del viento... — rió.

El auto capturaba todas las miradas y el sonido del motor atraía a los más conocedores.

— Mi carro, mi música.— tomó el iPhone de su apretado pantalón vaquero y abrió el reproductor de música. — Con tu permiso, guapa, pero yo pondré la primera canción.

— ¿Pondrás la de "Pedro y Pablo"?

— Claro que no, no soy un señor. — eliminó la canción de la lista de reproducción. — Verás lo que es el regional mexicano...

Mientras manejaba, se emocionaba con los arreglos musicales, los requintos y el bajosexto. Le explicaba a Emma lo difícil que era para un artista formar esas composiciones, el rostro le brillaba cada que la chica le hacía una pregunta. Él trataba de responder de la manera más entendible, pero sus pensamientos eran más rápidos que su boca, terminaba trabándose.

— Es que con... Bueno si... Okay, primero tendré que explicarte otra cosa... — hacía ademanes con las manos.

Llegaron al Mirador y Jorge estacionó el carro. Emma quiso hacer caso omiso a lo atractivo que se veía el vaquero moviendo el volante con una sola mano, resaltando sus venas en la palma exterior. Trató de no ser atrapada observándole los antebrazos.

Frente a ellos estaba la ciudad que ahora vivía de noche. La música retumbaba en todos los rincones y el aire olía a fiesta.

— ¿Quieres un elote? — preguntó ella.

Jorge miró los puestos callejeros a sus espaldas.
— Sí, ¿Por qué no?

Bajaron del auto y caminaron hacia los puestos de comida. Olía a grasa, dulce, salsas y fritos, una combinación que por alguna extraña razón, resultaba apetitosa.

— ¿Que van a querer los novios? — preguntó el vendedor mientras terminaba de preparar un esquite.

Emma se sonrojó.

— Elige tu primero. — espetó Jorge.

Observó la cantidad de ingredientes y se imaginó cada sabor, la boca se le inundó de saliva.

— Un elote en vaso con mantequilla, mayonesa, queso rallado, chipotle y chile del que no pica, por favor.

— Sale, mija. ¿Y pal güero?

— Lo mismo que ella...

Jorge pagó, Emma quiso darle lo que costaba su esquite, pero el vaquero parecía ofenderse si ella ofrecía pagar su comida.

Se sentaron el carro. Y observaron la noche juntos.

Jorge veía el vaso de unicel de arriba a bajo, lo volteaba de izquierda a derecha, como si tratase de decifrarlo.

— ¿Cómo se supone que se come esto?

La semidiosa volteó lentamente.

— ¿Cómo que cómo? Con la boca. — Entonces se dió cuenta. — Nunca has comido un elote en vaso, ¿Verdad no te compraron un esquite de niño?

Se escondió debajo de su sombrero.
— ¡No es mi culpa! Mi madre decía que me iba a enfermar.

Emma no pudo ver bien, pero parecía que el vaquero estaba rojo de vergüenza.

— Sostén el mío, te voy a enseñar. — le acercó su vaso. Él lo tomó y el dió el suyo.— Mira, sólo debes tener cuidado al revolverlo, no querrás que la mayonesa manche tus bonitos asientos... — le mostró como hacer el movimiento de la cuchara. — ... Es casi imposible que el fondo también esté revuelto, no es perfecto pero es delicioso. Ahora hazlo tú.

Se le cayó un poco queso y salsa en la camisa. — Ay...

—Aqui no se desperdicia nada. — la chica tomó los pedazos de queso y se los llevó a la boca. Tocó sus pectorales, eran suaves.

Después de unos torpes intento, por fin se llevó el bocado a la boca. Los ojos del vaquero se abrieron tanto que parecía que se iban a salir de sus cuencas. — Aaaah su madre. — comió compulsivamente. — ... Ya vuelvo, voy por otros tres.

Y así lo hizo.
— Ni los mejores restaurantes tienen este sazón. — suspiraba con placer.

Emma lo miraba con una mezcla de extrañeza y el gusto del deber cumplido. — Me alegra que lo estés disfrutando.

— Obviamente vamos a volver a venir a curar la resaca. - decía con la boca llena.

Después de cinco vasos de elote, se quedaron a mirar las estrellas.

— Que bueno que nos topamos esa tarde en tu trabajo. No podía seguir viviendo sin conocer ese sabor.

Emma se quedó pensativa.
- Oye... Ese día ¿Cómo me reconociste? Supiste quién era, pero ni siquiera estudiamos en la misma carrera.

— ¿Y cómo no hacerlo? Irradias una energía extraordinaria.

<¿Energía extraordinaria?>

— ¿A qué te refieres?

— Aunque no estudiemos en la misma facultad, te veía en las áreas comunes. Resaltas entre todos los demás.—  Emma volteó a verlo.— Tal vez no te des cuenta, pero atraes a muchas personas, todos voltean a verte.

Emma soltó una risa silenciosa.

— ¡Es verdad! ¡No te burles!

— No me río de ti, Jorge... — miró al cielo nocturno y suspiró. — Es que... mamá me enseñó que llamar la atención era incorrecto, que era mejor tener un bajo perfil. — algo hizo click en ella, probablemente eso le decía para protegerla.— ... Pero veo que a veces es imposible ocultar lo que eres.— se bufó. — ... Ahora no se cómo sentirme al respecto...

El vaquero y ella cruzaron miradas.

— Bueno, si me lo permites, creo que hay potencial en ti del qué no eres consciente y no deberías dejar que te apaguen, aunque sean tu familia, tienes derecho a elegir lo que quieres ser. — sonrieron. — Parece que todos ven ese potencial, menos tú.

Ambos rieron con vergüenza.

La chica volteó a verlo.
— Oye... tienes un poco de chile en el cachete...—  acercó una servilleta para limpiarlo.

Jorge no le bajaba la mirada mientras pasaba pasaba la servilleta por su mejilla. Al limpiar la mancha de salsa, arrastraba un poco su rosado labio inferior.

Se sintió observada y le devolvió la mirada. Tragó saliva y se separó.

— Umm... Creo que... Se nos va a hacer tarde, la ubicación de la fiesta es algo lejos.

Jorge arrastró sus ojos por todo el cuerpo de la semidiosa. — Claro... — sonrió.

Emma no podia contener su sonrisa. Comenzó mover su pierna repetitivamente para saciar algo de su ansiedad y felicidad.

Se encaminaron a la dirección de la casa de Ximena, a las afueras de la ciudad, una pequeña colonia con casas campiranas, sin pavimento y rodeada de árboles. Alejado de la ciudad, atiborrado de gente idiotizada por el alcohol y con el sonido estridente de la música, perfecto para ahogar los gritos de sus siguientes víctimas.


------

¡¡¡GRACIAS POR LEER!!!

Doble capítulo por el Día de la Independencia ❤️🇲🇽

Los amo y nos vemos a la próxima ❤️✨

La Sangre de los Dioses Where stories live. Discover now