Ejecución

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— Creo que podríamos disfrutar la fiesta a pesar de todo. — Jorge sorbió un poco de su bebida.— ... No vamos a dejar que un pobre diablo nos impida pasarla bien en tu primera fiesta.

Emma estaba asustada. Una cosa era tratar con alguien de tu tamaño y peso, otra muy diferente era tener a un hombre de gran musculatura y treinta centímetros más alto, hipnotizado por brujas, haciendo de su títere.

Sin embargo, Jorge parecía ver de diferente forma la conversación con Zamarripa. Estaba relajado, sentado en el descansa brazos de un viejo sillón rojo.

— El plan sigue en pie. — le sonrió. — Recuerda a lo que venimos.

No había escapatoria hasta la madrugada, estaban rodeados de mujeres pálidas, hostiles que los vigilaban como lechuzas. Emma no tenía su collar de jaguar, así que no tendría oportunidad contra seres sobrenaturales, además, no conocía sus capacidades. Estaba completamente segura que el control de la voluntad ajena, no era el único poder de sus enemigas ¿Qué más podrían hacer?  Y pensándolo bien, no se había transformado en su "Verdadera forma" (cómo le llamaba Tezcatlipoca), lo que la dotaría de fuerza y velocidad sobrehumana, potenciaría sus capacidades físicas y mentales, así como proporcionarle poderes. “Lo sabrás cuando te tranformes... ” era la respuesta que el dios le daba cuando preguntaba cuáles eran sus dichosas habilidades divinas.

“ ...Después de tu examen final." decía como si lo supiera, pero quisiera hacerse el interesante. Emma pensaba que, en realidad, no sabía que poderes obtendría, sólo no quería admitirlo y ocultaba con una máscara de misterio. Le causaba gracia, pero nunca se lo hizo saber para no herirle el ego.

Estaban atrapados ahí, en las manos de Ximena. Identificó ese relámpago de inferioridad. El que la había acompañado toda su vida y de inmediato lo transformó en combustible para la ejecución de su plan. La gran bruja ya controlaba su voluntad, no había otra opción más que quedarse ahí unas horas ¿Por qué no disfrutarlo?

Motivada por la situación o tal vez, controlada por el hechizo, decidió dar rienda suelta a su juventud, su belleza y hambre de aventura.

Miró detrás de Jorge, Ximena echaba fuego por lo ojos contra las dos muchachas que los habían detenido de irse. Parecía que las ahorcaría con sus propios collares de cuarzos. La pelinegra, con los dedos en el entrecejo, suspiró pesadamente, mientras que otras mujeres le echaban aire con sus abanicos.

<¿Por qué estará tan enojada? ¿No es esto lo que quería?>

Se cruzó de piernas y sonrió. Sin duda, parte de ella disfrutaba ver a Ximena tomando un trago de su propia medicina.

— ¿Quieres bailar, Tolscan?

La pregunta la sorprendió. Tuvo miedo pero eso no la volvería a detener.
— ¿Quieres una mentira o te digo la verdad?

— Es que... tengo una teoría.

— Te escucho.

Se acercaron el uno al otro.

— Todos, por haber nacido latinoamericanos, tenemos la habilidad de bailar aunada a los genes.

Rió.
— ¿Qué tenía la bebida que tomaste? Claro que no. Yo soy prueba de ello. — el vaquero le plantó la mirada. — ... Jamás he bailado...

Soltó un suspiró y se colocó su sombrero con una sonrisa.
¿Quiere comprobarlo conmigo, señorita? — le extendió la mano.

Dudó un poco. Observó su mano y luego a sus ojos. Esa sonrisa podía convencer a cualquiera, junto con ese agarre fuerte y firme que hacía que quisieras acompañarlo a conquistar el mundo confiando, en que juntos lo lograrían.

La Sangre de los Dioses Where stories live. Discover now