Negación e Ira

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Emma no pudo dormir en la noche de su cumpleaños ( de hecho, por varias noches más). Por mucho que se forzó, no pudo conciliar el sueño.

¿Y cómo hacerlo si tenía un ente antropomorfo, de tez negra y bastante hablador, a su lado?

Ella trató de ignorarlo, pero no pudo.

Se la pasaba flotando a su al rededor y cuando algo llamaba su atención, se acercaba, aveces con fascinación, otras veces con asco; pero nunca, NUNCA, tocaba el mundo de los mortales.

Durante semanas, su mantra fue un verso de una canción: "Hallucinations only mean that your brain is on fire" la tarareaba de vez en cuando para dejar de escuchar al mexica. Pues Tezcatlipoca no dejaba de hablar.

Tenía una seria disonancia, dónde su lógica le decía que era completamente imposible que los dioses le estuviesen prestando tanta atención. Incluso llegó a sentirse "egocéntrica" por crear una fantasía donde ella era la portadora de una profecía.

Por otro lado, lo veía. Lo tenía en frente. Era exactamente como lo describían los mitos aztecas, líneas en el rostro, espejo de obsidiana, el pie izquierdo descarnado. Era bastante, demasiado atractivo y de aura enigmática, su presencia se sentía parecida a estar al lado de un imán. La hacía sentir pequeña sin siquiera intentarlo. Un ser completamente de otro mundo.

Todo apuntaba a que era él, el mismo Tezcatlipoca, primer sol, creador del planeta y de la última versión de los humanos.

Además, la había tomado por la solapa de su uniforme evitando que cayera al piso, eso la hacía entrar aún más en crisis. No estaba segura de que él existiera. Solo estaba segura de cómo se sentía junto a él. Y eso le aterraba aún más.

"¿Se supone que esto es una especie de Calmecac? ¿Por qué no les enseñan el arte de la guerra?" Dijo cuando la acompañó a la universidad. "Deberían de  preparar a sus mejores guerreros para conquistar a las tierras vecinas, volverían a traer a la Huey Tenochtitlan, su antigüo esplendor. Xipe estaría bastante agradecido."

"Oh por mis padres." Nunca supo exactamente lo que quería decir con eso.

" En serio ustedes están perdiendo la cabeza, comer animales en cualquier platillo, antes se sacrificaban a los macehuales y hacían pozole, para adquirir los conocimientos y atributos de esa persona." Dijo al pasar al lado de un puesto de tacos callejeros. "Lo que daría por un pozole de macehual." Sonrió.

"Si fuera tú, me comería el muslo derecho de esa mujer." Iban al lado de una chica de cuerpo tonificado y fuerte. "Tal vez así obtengas algo de esos fuertes músculos, los vamos a necesitar."

Una vez, Emma se encerró en el baño, ya no sabía si a llorar de la rabia por no poder decirle nada a ese ser, (pues si le hablaba significaba que aceptase que fuera real) o tal vez tenía miedo de que si fuera al baño, el Tezcatlipoca negro la seguiría observando, sin quitarle la mirada de encima ni por un segundo.

<¿Por qué a mí? ¿Que hice en mi vida pasada que estoy pagando ahora? Debió haber sido una cagada muy grande, si no, ¡ESTO SERIA MAS INJUSTO QUE MI SALARIO!> Pensaba en su desesperación.

—¿Qué sabes acerca de la creación de tu mundo? ¿Sabes que Quetzalcóatl vino a mí, casi de rodillas, para que lo ayudara a matar al asesino de los dioses?— decía con el pecho en alto.— Te podría contar esa batalla cientos de veces... Tremenda lagartija de dieciocho hocicos, Quetzalcóatl por sí solo, no podía ni pensar en matar a un macehual, mucho menos que se lo ofrecieran en sacrificio. Y quería asesinar a la bestia más poderosa y fuerte que jamás hab-

—AY POR DIOS , ¿PODRÍAS GUARDAR SILENCIO POR CINCO MINUTOS?— le gritó en medio de la calle.

Eran las 2 de la tarde.

La Sangre de los Dioses Kde žijí příběhy. Začni objevovat