El plan

1.6K 240 92
                                    

— ¡Jorge! — se alejó de la cortinilla, nerviosa.

— Señorita observadora...

Emma hacia muecas por el sabor a polvo y humedad en su boca.
— ¿Qué haces aquí?

— Vamos a la misma universidad, y acaba de ser electa la presidente regente de la sociedad de alumnos. Un evento que me concierne cómo alumno de ésta institución.— habló con elegancia exagerada. Le ofreció una pequeña botella de agua que tomó de la recepción. — Yo debería de preguntarte que haces aquí y por qué intentas asesinar una cortina a mordidas.

Tomó agua y limpió su boca con pesadez.
— No es nada...

— La cortina no opina lo mismo.— señaló la gran tela con el pulgar.

Tenía las palabras en la punta de la lengua, y el sentimiento a flor de piel.
— No creo que lo entiendas...— se frenó.

Podía ser parte del ejército de Ximena, si le contaba cómo se sentía, podía juzgarla, o peor, hacerla quedar mal frente a todos y Emma no tenía tiempo para eso.

— ¿Me estás diciendo imbécil?

Emma volteó de inmediato y ansiosa, negó con sus manos.
— ¡No! No, no, no, jamás. Yo no...

— Estoy jugando contigo.— rió. — Anda, cuéntame, no te voy a juzgar...

Quedó pensativa. Y dijo.— Oye, en serio, ¿ qué haces aquí? Ya terminó el evento, no deberías...

La expresión de Jorge cambió rápidamente. Estaba nervioso.

— Ah. Yo. No es nada. No lo entenderías.— habló tropezadamente.

Emma se cruzó de brazos y alzó una ceja. Mínimo el hombre no parecía palomilla atraída a la luz siguiendo a Ximena. La chica se intrigó aún más. ¿Por qué estaba ahí?

Jorge vió los dos ojos brillantes, color ámbar, atravesandolo con determinación y llenos de dudas.

— Bien... ¿Tanto quieres saber? Resolvamos esto como adultos.

Ella se sobresaltó cuando arrastró la mano hasta el bolsillo del pantalón.

Sacó una moneda de diez pesos. — Elige, ¿Águila o sol?

— ¿Qué... ? ¿Para qué?

— ¿Águila? Perfecto, si sale águila vas a contarme primero por qué estás aquí. Si sale sol, yo lo haré.

Lo miraba perpleja, luchaba en su pensamiento si era un inocente juego o si tramaba algo más.

Jorge lanzó la moneda con el pulgar y la atrapó con la palma externa de la mano. Antes de destaparla, se acercó a él.

— Espera... Quiero ver.

El glorioso emblema alado era visto por ambos.
Jorge bajó las escaleras y se sentó en los asientos de primera fila.

— Adelante, te escucho.
El hombre puso su tobillo arriba de la rodilla. Abarcaba todo el asiento. El sol pegaba directamente en la gran hebilla plateada de su cinto vaquero.

Al verse sola arriba del escenario, sintió un familiar sentimiento de vulnerabilidad, pero el público que tenía, la hacía sentir extrañamente confiada. No pudo evitar soltar una risita.

— Bien... — suspiró resignada.— La nueva presidente me resulta...

— ¿Insoportable? — completó la oración.

Abrió los ojos exageradamente.
— ¡Sí! ¿A ti también? — su voz reflejaba emoción.

— Pff, es demasiado buena para ser verdad, hay algo en ella que no me convence. No se la compro.

La Sangre de los Dioses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora