Ebria

1.6K 229 48
                                    

Obedeciendo a las órdenes de la bruja, Emma volvió a salir al patio. Esperaba no toparse con Jorge, no sabría qué decirle, ni siquiera ella entendía qué sentía.

Observó la multitud, olía a marihuana, cerveza y uno que otro tequila caro. Sólo sentía un vacío. No pertenecían a ningún lado, ni con su familia, ni sus amigas y cuando pensó que estaba a punto de congeniar con un chico, el universo le mostraba que su único destino era la soledad.
Tal vez no. Tezcatlipoca conocía hasta su lado más lúgubre y aislado, aún así nunca dejó de ver algo en ella que nadie más veía. Seguía creyendo que ella podía ser la Semidiosa de la luz y la oscuridad, a diferencia de otros dioses, él no sólo quería que cumpliera su destino, también la presionaba a exprimir todo su potencial. Ni siquiera sus padres confiaron tanto en ella como Tezcatlipoca lo hacía.

No había nadie más en este mundo que la entendiera como Tezcatlipoca. 

< No va a regresar. Acostúmbrate.> Rodó una pequeña lágrima. <Me hubiera gustado tenerlo un poco más... Mínimo decirle adiós.>

Elevó su rostro, la gente, los sonidos y la música habían regresado. Y con ellos, la ejecución del hechizo. No sabía cómo hacerlo, hacía años desde que bailó frente a tantas personas, se había vuelto cada vez más callada y su espíritu artístico moría con el paso del tiempo.

Inhaló valentía y exhaló sus miedos.

La canción que se reprodujo a continuación no era tan vibrante como las anteriores. Agradeció al cielo que fuera más lenta, era perfecto para calentar y no resultar en un calambre.

Cuando cerró los ojos, perdió el control de su cuerpo. Solo se movía armoniosamente con el vibrato del aire y la composición de la musica. Amable y coordinada con las ondas sonoras que golpeaban sus tímpanos, entró en trance con sus brazos y piernas. Escuchaba un tambor, tardó en darse cuenta que era su corazón. La fresca noche se enterneció con el performance y cesó el viento, aumentando su calor corporal. Le extrañó que reprodujeran la canción completa, era más usual acortarla y mezclarla con otra. En las visiones pintoresca de sus ojos cerrados, vió algo.
Era tan real que parecía poder palpar sus plumas y sus brillantes escamas.

Terminó la canción. El corte la tomó por sorpresa. Abrió los ojos con miedo, poco a poco dilucidó las siluetas en contraste con las luces RGB. Entonces, el fuerte sonido de los aplausos invadió el ambiente.

Una chica segura de sí misma, que tenía pasión por lo que estaba haciendo, atraía todas las miradas. Incluso las de los dioses. Ni siquiera tenía que hacerlo perfecto, solo pretender que sabía hacerlo.

Pronto, la gente fue acercándose a acompañarla, moviéndose con ella y retándola a duelos de baile. No sabía que aún poseía el toque que las clases, esas que tomó a los 6 años.

Le hicieron muchos cumplidos (sonrojándose sin excepción), varios le invitaron un trago, pero ella respondía con un: “No bebo, gracias.” Mientras Ximena la veía desde el segundo piso de la casa.

— Mírala cómo se divierte, ¿Qué vas a hacer?

— Paciencia, Rebe.

— Ya me harté de tener "paciencia".

Miró hacia Ana, le hizo un gesto con la cabeza. La pequeña salió de la habitación.

— ¿Cómo es que la diosa del amor te ha permitido hacer tanto daño a esa Sofía?

— ¿Y yo qué sé? No interesa. Mientras ella nos dé luz verde, haré lo que sea necesario.

Rebeca se recargó en el balcón.

La Sangre de los Dioses Where stories live. Discover now