Muerte

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— ¡No voy a lastimarme más! ¡O lastimarla, ya no sé qué está pasando!

— ¡HAS OLVIDADO TU PROPÓSITO¡ ¡ASESINALA YA!

— ¡Encontraré otra manera! ¡Esto es muy  confuso, no sé que hacer!

— ¡TOLSCAN!

— No, Tezcatlipoca, mírala. ¡Ni siquiera tiene la fuerza para respirar!

— ¿CREES QUE ELLA TENDRÁ LA MISMA MISERICORDIA CONTIGO? — hizo un último intento de convencerla.— En el momento en que se recupere, te va a arrancar la tráquea a mordidas...

Emma suspiró. — Entonces falleceré con ella...

Tezcatlipoca gruñó. Soltó un golpe lleno de furia al piso.
— ¡¡¡HUMANOS ESTÚPIDOS!!!
El golpe sacudió toda la colonia y su oscura piel emanaba humo. Tomó aire para calmarse. —¿Te atreves a desafiar la voluntad de los dioses? ...Haz lo que digo o perece aquí.— gruñó.

Tragó saliva. Aunque tuviera miedo del proceder del dios, se mantuvo firme.

— No lo haré, Tezcatlipoca. No dejaré morir aquí.

Esbozó media sonrisa y dijo en un susurró casi imperceptible.
— Entonces no eres lo que estoy buscando.

— Tezcatl-... ¿Tezcatlipoca? ¡¡Tezcatlipoca!!

Su voz se fue desapareciendo hasta que dejo las migajas de un eco lejano.
Dejó de responder, o tal vez, se marchó.
Estaba completamente sola. Justo como al principio.

Tal vez no. Se tenía a ella misma.

Tomó el cuerpo en su regazo, pues era lo único que le quedaba. El aire y la lluvia seguían acompañándola de manera lúgubre y nostálgica.

<"No es la primera vez que nos haces esto"... Jamás había venido aquí...> pensaba.

Sorbía sus mocos y miraba hacia el cielo, ideando un plan, pero sus sentimientos opacaban su creatividad, la miscelánea de escenarios comenzaba a desaparecer en una neblina blanca. En la soledad del vacío de su mente, se abrazó. Con extremo cuidado, junto sus partes rotas y apachurradas, y se abrazó con el amor de una madre.

— Señora Santana...— seguía llorando mientras cantaba un arrullo.— ...¿Por qué llora Sofi?~ ... Por una manzana... Que se le ha perdido... Vamos a la huerta~, yo cortaré dos~...— sollozó.- ... Una para Sofi... Y otra para dios... —  la otra Emma había dejó de respirar.

Al darse cuenta, gritó con dolor y pérdida.
Seguía aferrada a su débil cuerpo, había perdido una parte de ella que había ignorado y callado durante mucho tiempo. Sus flácidas extremidades carecían de voluntad.

Aún tratando de juntar sus partes rotas del piso, pegaba el hinchado rostro de la chica a su esternón.
— ... perdóname... — susurraba. — ... Todo esto es mi c-culpa... No debí, jamás debí hacernos daño... Nunca p-pensé...

Sus palabras se confundían entre las lágrimas y los llantos.
— Ojalá pudiéramos cambiar nuestros lugares... si tan solo pudiese pasar tus momentos más tormentosos con la madurez que tengo ahora, con todo lo que sé, te juro que lo haría. Yo pasaría todo ese sufrimiento por ti...

No supo cuánto tiempo estuvo ahi sosteniéndola, pero el tiempo pasaba en el blanco vacío y no sabía cómo iba a regresar al plano terrenal. Su capacidad de formar ideas se le escapaba en cada lágrima, sollozo y grito.

Entonces se percató.

— su cuerpo...

El cuerpo de la otra muchacha estaba haciéndose pequeño.

La Sangre de los Dioses Where stories live. Discover now