Invierno de colores

UNO

1. Bienvenido hombrecito

El avión aterrizó en tierras británicas más rápido de lo que pensé. A pesar de que fuesen siete horas contadas las que tuve que permanecer encerrado en la misma máquina que me transportó hacia donde me estaba bajando en estos momentos.

Lo primero que me recibió fue el aire helado. Por inercia me aferré a mi abrigo.

«Demonios» Odio el frío, odio todo lo que tenga que ver con el frío y por supuesto odio el hecho de que estoy usando calcetines con bordes de duendecillos que mamá me obligó a poner.

No hay que obviar el hecho de que para ella sigo siendo un niño, pero sí hay que reconocer que fue excesivo para un adulto de veintiuno.

Adulto. Eso es, soy un adulto, ¿por qué parece que mis alergias están a punto de explotar? Ah, sí, porque soy alérgico a todo y terminaré estornudando en tres, dos... uno...

Mi cuerpo se estremeció cuando en efecto expulsé lo que sea que me estaba molestando por mi nariz. Las personas me vieron confusas al pasar por mi lado. ¿Es que aquí nadie estornuda? Joder, ya me siento juzgado. Todos tienen cara de ser muy elegantes, empezando por los gorros que usan para proteger sus cabezas.

Yo nada más tengo una sudadera debajo de esto y ya siento que me parezco a mi hermano. Un poco tonto considerando que tenemos la misma cara. En mi defensa, él me la copió, yo llegué primero al mundo.

Bueno, no es normal estar tanto tiempo de pie observando hacia la nada solo hablando conmigo mismo, pensarán que soy raro. Así que, con esos pensamientos, suspiré, me giré e hice la fila para pasar por el detector de metales donde me entregarían mis pertenencias.

Otra cosa excesiva en el reino unido.

Típico de ricos.

Aunque, si lo consideramos bien, resulta que también soy rico.

Sacudí mi cabeza, centrándome en lo importante. Recibí mis cosas, ajusté la bufanda en mi cuello y empecé a caminar moviendo mi cabeza de lado a lado por si lograba ver de lejos a las personas que vendrían por mí.

No soy alguien mimado, pero mis abuelos insistieron en pasar por mí al aeropuerto, así que... no es algo de lo que me queje.

Me ahorrarán el trabajo de tomar un taxi hacia su enorme mansión. Hogar que han compartido por demasiados años y cuya última vez que la vi fue cuando tenía quince.

Lo que quiere decir que estará más cambiado, bueno, eso si mi abuelo Edward se decide por confiar en el buen gusto de mi abuela Nora. Lo cual nunca ha sucedido.

Al adentrarme un poco al lugar repleto de personas y familias reencontrándose, pude divisar algunos letreros que sobresalían. Rogué para mis adentros que el mío no estuviera allí, ya que sería terriblemente humillante que...