VEINTIUNO

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Maratón 2/3

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Maratón 2/3

21. Para estar contigo

Había estado planeando una cita especial.

Y creo que por fin pude conseguirlo.

Sí, soy consciente de que mis citas con Mack no pueden ser simplemente ver películas en el ático de mi casa y comer palomitas y demás. Sí, me gustan las palomitas, me gusta el tiempo con Mack, pero no siento que soy un buen novio si no le concedo más que eso.

Por eso, pensé durante toda la semana en eso que pudiera hacerla sonreír. Bien, sabemos que no somos una pareja normal, pues no nos gusta mucho estar en cenas elegantes. Por eso, quizás, una reservación en un restaurante no será gran cosa.

Así que, me imaginé algo que fuese diferente.

Ir al cine podría considerarse una grandiosa cita especial.

El problema es que siempre vemos películas.

Pensando en algo más, consideré ir a patinar sobre hielo, solo nosotros, pero fue algo que ya hicimos así que tampoco podría ser una cita ideal. Alguna especie de picnic se descartó por completo, ya que con el clima como está seguro que no hay un parque, sino una enorme montaña de nieve.

Parecía que el mundo estaba en mi contra.

Por lo que, tuve que recurrir a las únicas dos personas que podían ayudarme.

Y no, no tienen la edad adecuada para planear este tipo de cosas.

Sin embargo, si les digo que no, son capaces de sacarme de casa por una noche y dejarme a la intemperie para convertirme en un cubo de hielo humano. Por eso preferí seguirles la corriente.

Literalmente.

—Muy bien —la señora Nora carraspeó—. ¿Qué podemos hacer para que nuestro pequeño nieto se decida de una vez a pedirle matrimonio a la chica de la que está enamorado?

—Ya te dije que no le pediré matrimonio —bufé—. Abuela, somos jóvenes. Espera al menos hasta que llegue a los veinticinco. Se supone que es la edad adecuada.

—Arg, bien —maldijo, aburrida

—Yo tengo una idea —el señor se levantó de su asiento, quitándose los lentes que estaba usando para leer revistas—. ¿Qué les parece un paseo por la montaña? ¿Eh? Tendrían privacidad y mucha soledad.

—Sí, también posibilidades de morir congelados —negué al instante—. Miren, no puedo hacer algo que no les asegure a sus padres que volverá sana y salva.

—¿Por qué siempre eres tan aguafiestas? —el abuelo volvió a sentarse, poniéndose los lentes para seguir leyendo—. Veamos... ¿tomar el té? Anticuado. Aunque tu abuela hace uno delicioso.

Invierno de coloresWhere stories live. Discover now