SEIS

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7. Te atraparía

Lograba distinguir con claridad las miradas de las personas que me observaban. Parecían querer decir algo solo con sus ojos, algo que no vi, sino que, por el contrario, preferí mantenerme en silencio.

Era mejor, considerando que tanto la chica castaña de cabello rizado, el chico pelinegro a su lado, y el rubio parecían querer armar una especie de complot en mi contra.

Suspiré

Paseé mi vista desde la primera hasta el último queriendo encontrar una respuesta a sus preguntas. Preguntas que ni siquiera quería responder, o estaba segura de que saldrían con tonterías que prefería ignorar.

Entreabrí mis labios para decir algo, y en ese momento, escuché mi nombre salir de la boca de la mujer en la barra

—¡Mack, estás trabajando!

Despabilé, moviéndome rápido para salir del asiento, me adelanté a caminar, tomando la bandeja que me ofreció con mucha agilidad

—¿Qué hacen todos reunidos? —preguntó mamá

—No lo sé —me encogí de hombros—. Solo estábamos Wendy y yo tomando un descanso, después llegó Shawn y se le sumó Mike, sabes como es de metiche.

—Oye, no hables así de tu hermano.

—Habla peor —bromeó el chiquillo en el taburete

Puse mi vista en él

—¿No tienes diez panecillos que comerte?

Jonas arrugó el ceño, entrecerrando sus ojos

—¿No tienes un vecino que espiar como una acosadora?

—Cállate —le di una pequeña palmada en la frente

—¡Mamá, Mack me dio un puñetazo!

—¡Eso no es cierto! Pulga exagerada.

—¡Lastimó mi hermoso rostro! —exclamó con dramatismo, mirándome con desdén—. Rubia falsa.

Solté un jadeo sorprendido

—Olvídate de tus propinas por favores, ahora si quiero que hagas algo lo harás y no voy a pagarte.

Claaaro —soltó una pequeña risa—. Y luego yo le digo a mamá y a papá que te estás viendo a escondidas con...

Le metí un panecillo a la boca, callándolo en un segundo. Por suerte mi madre estaba recibiendo el dinero de un cliente y no prestó atención. Aproveché para girar sobre mis talones y emprender mi caminar hacia la mesa que solicitaba el pedido.

Al menos solo eran dos malteadas, así que las puse con habilidad cada una en su lugar, recibiendo la sonrisa agradable que me obsequió la chica.

Tan pronto terminé, volví a girar sobre mi eje, caminando esta vez hacia la mesa que dejé abandonada donde mis amigos charlaban.

Invierno de coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora