VEINTICINCO

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25. Nuestro futuro

La cena de navidad sería esta noche.

Y yo estaba muriendo de los nervios.

Cuando pasó lo que pasó, simplemente pude pensar en que la vida era muy corta como para desperdiciarla. Y no sé bien si hice lo correcto. Solo sé que lo hice, y que ahora, sea cual sea la respuesta, eso definirá mi destino.

Me he estado comiendo las uñas, y por más que lo intento, no soy capaz de pensar en otra cosa que no sea aquello que me tiene destilando ansiedad por cada poro de mi piel.

La respuesta de la universidad.

Supongo que una parte de mí intuía que esto iba a suceder. Pues, desde hace tiempo que tenía que haberme inscrito en la universidad de aquí en Londres, pero no lo hice. Y puede que le haya mentido a mi padre al respecto. Porque no quiero ir a esta universidad, sino a la otra de la cual no he tenido respuesta.

¿Eso me hace tonta? Quizás.

Debí haber tenido otra opción por si acaso era un no.

Digamos que no lo pensé.

Y ahora, eso me tiene todavía más nerviosa.

Intenté pensar en cosas positivas. Me paseé hacia la cocina de donde saqué el refresco del refrigerador. Serví otro poco en dos vasos, los puse sobre un plato y caminé con ello de vuelta a la sala donde me esperaban.

Suspiré, esbozando una pequeña sonrisa

—Se supone que la escogerías tú —pronuncié

Eso llamó su atención. Me brindó una sonrisa y se movió un poco hacia un lado. Pude sentarme, dejando lo que sostenía sobre la mesita de vidrio. Una vez liberé mis manos, me recosté por completo en la superficie cómoda.

—Mejor quiero que tú la escojas —murmuró, carraspeando—. Digo, no soy bueno con las películas.

—Claro que lo eres —me reí—. Todo el mundo es bueno con las películas.

—Bueno, no necesariamente si no ves mucha televisión —se rascó la nuca—. Puedes poner lo que quieras. No me molesta.

—Es obvio, Ethan Cox, a ti nunca te molesta nada.

—Nada de lo que me digas.

Volteé a verlo. Me dio una sonrisa más amplia para luego inclinarse un poco hacia mí. Dejó un suave beso en mis labios, pasando ahora a deslizar uno de sus brazos sobre mis hombros

Me junté a su pecho, gustosa. Tomé el aparato y empecé a buscar sin mucho ánimo, de lado a lado, no sé cuántas veces sin obtener un buen resultado. Ethan comió una manotada de palomitas del tazón en su regazo.

—¿En qué piensas? —me preguntó

—En nada, ¿por qué? —me apresuré a responder

—Porque te noto algo distraída —acarició mi brazo con las yemas de sus dedos, delicadamente—. Además, no sé si te has dado cuenta, pero has estado haciendo lo mismo por más de cinco minutos.

Invierno de coloresWhere stories live. Discover now