Capítulo 8

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Nunca había visto tanta decepción en el rostro de su madre.

Cuando Alicent Hightower observaba a Aemond generalmente había alivio, cariño y orgullo en su mirada. Un par de veces, mientras creía siendo un niño obsesionado con reclamar un dragón, la frustración y cansancio habían teñido los ojos marrones de su madre al dirigirse a él.

Pero nunca había sido Aemond el objeto de la rabia y desilusión de Alicent.

"¿Cómo pudiste ser tan tonto?"

Aemond no necesita que nadie lo recrimine. Nadie podrá decirle cosas peores que las que se ha dicho él mismo. Sabe que ha puesto a su familia en una situación aún más vulnerable. Puede que haya conseguido el apoyo de los Baratheon, pero ahora que se ha convertido en un matasangre, el reino tiene otra razón para no unirse a su causa.

"Mi hermano se atrevió a hacer lo que debimos haber hecho desde un principio" dice Aegon mientras sirve una copa de vino y la coloca en las manos de Aemond, "Esta noche festejaremos en tu honor"

Si los lores del consejo creen es una mala idea, no se lo hacen saber a su rey.

Aegon organiza un gran banquete y todos terminan asistiendo, pero la mente de Aemond está lejos, muy lejos del salón del trono y de la música que resuena en las paredes de la fortaleza roja.

¿Cómo había podido ser tan idiota? ¿Por qué se había dejado llevar por la rabia del momento? ¿Por qué había tenido que perseguir a Luke? Y la pregunta que más lo atormentaba ¿Por qué había perdido tan fácilmente el control de Vhagar? ¿Acaso la dragona no estaba lo suficientemente vinculada a él? ¿O tan solo había decidido actuar en base al odio que sentía Aemond por su sobrino? Porque no había duda del profundo desagrado que Lucerys le provocaba.

Alyssa no va a perdonarlo. Alyssa probablemente lo repudia. ¿Qué esperanzas tiene ahora de convertirla en su esposa?

Seguramente ninguna.

Aemond abandona el salón del trono, hastiado del alboroto del banquete y de las miradas de reojo que los asistentes dirigen hacia él. Creía, con los años, haberse acostumbrado al escrutinio de los cortesanos, pero aparentemente no era así. Por un instante, Aemond vuelve a ser el niño inseguro que mostraba por primera vez su parche de cuero para ocultar su deformidad. La sensación de vulnerabilidad que experimenta en este momento lo hace sentir asqueado de sí mismo, ¿acaso no había pasado años entrenando para no sentirse nunca más así de débil? Al parecer todos sus esfuerzos habían probado ser inútiles.

Tendrás que acostumbrarte a sus susurros y miradas, se dice así mismo mientras se detiene en una de las galerías y se apoya en el barandal del balcón, La guerra apenas comienza. Y es mejor que te teman a que te muestren sus sonrisas falsas de cortesía

"Estás bebiendo más vino de lo usual esta noche"

Helaena aparece de pronto a su lado y consigue sobresaltarlo. Había estado tan absorto en sus pensamientos que no la había escuchado llegar. Ella le sonríe mientras se coloca en una posición similar a la suya.

"¿Será? Nuestro hermano en cambio dice que no suelo beber lo suficiente"

"¿Y desde cuándo sigues las sugerencias de Aegon en lo que respecta a la bebida?"

Aemond vacía su copa rápidamente y siente la mano de su hermana cubrir la suya. Él ladea su rostro hacia ella y observa los grandes ojos azules de Helaena, su rostro sereno, su cabello trenzado con el mismo estilo que usa desde que es una niña... no parece haber reproches ni decepción en su mirada. Aemond cubre la mano con la suya y aspira su reconfortante aroma a lavanda. La familiaridad de la escena lo transporta a sus peores momentos tras la pérdida de su ojo. Aunque amaba tener la atención de su madre, Alicent era un manojo de nervios que conseguía dejarlo aún más ansioso con sus cuidados extremos y su preocupación. Helaena, en cambio, era una presencia silenciosa que conseguía calmar su mente y a quien podía hablarle abiertamente de sus dolores.

Deseo y Pecado [COMPLETA]Where stories live. Discover now