Capítulo 23

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Vhagar aterriza en una de las orillas del Ojo de Dioses, donde Daemon se encuentra ya junto a su dragón.

"Finalmente nos encontramos," dice Aemond sin bajar de su montura, "Has vivido demasiado, tío"

"En eso coincidimos," asiente el hombre, dándole la espalda y subiendo a Caraxes.

Es gracioso, piensa el joven príncipe mientras espera que su tío surque los cielos, lo mucho que solía admirar a Daemon Targaryen. El famoso príncipe canalla, el valiente portador de Hermana Oscura, el hombre que había ganado su fama por la guerra en los Peldaños de Piedra. Era sencillo dejarse deslumbrar por la imponente presencia del hombre, su tamaño, sus rasgos hermosos y místicos, su habilidad en combate y sus mordaces comentarios. Era sencillo, sí, pensar que era un modelo digno a seguir, especialmente cuando uno es un niño impresionable que nunca recibió afecto por parte de su padre. No que su tío hubiera llenado algún espacio en ese aspecto, pero aún así... Aemond se había sentido curiosamente atraído hacia él, tal vez porque ambos compartían su posición como segundos hijos, siempre destinados a un segundo plano, aunque claramente se encontraban mejor equipados para ejercer poder que los herederos.

Sí, había sido sencillo sentir empatía hacia Daemon Targaryen.

Pero, como comprendió al crecer, su tío no es más que un hombre cruel, sin propósito real y sin nada deslumbrante que admirar. Su estúpida guerra con las ciudades libres solo había ocasionado pérdidas al reino, su temperamento le había garantizado enemigos, su naturaleza violenta le había arrebatado a Aemond las personas que más amaba. No había forma de dejar pasar sus crímenes, no había otro camino más que la venganza. Venganza que tendría que acabar con la muerte de Daemon.

O con la tuya, susurra esa voz en su cabeza.

Vhagar asciende con facilidad, entendiendo lo que el príncipe le pide. Si su dragona recuerda que hubo una época en la cual solía volar junto a Caraxes y su jinete conviviendo en paz, no lo demuestra, pues sus fauces se abren sin piedad intentando atrapar al guiverno sanguíneo. Pero no resulta tan fácil. Vhagar es grande y lenta, Caraxes es rápido y su cuerpo más ligero consigue librarse de los ataques de su dragona.

Aun así, arremeten contra ambos, llamaradas surcando el cielo, Vhagar rugiendo enfurecida cuando las alas de Caraxes escapan de sus colmillos una vez más. Aemond susurra palabras en alto valyrio para la dragona, que abre sus fauces y libera su poderoso fuego, consiguiendo quemar parte de la cola de su oponente.

Caraxes huye hacia el cielo y Vhagar la sigue. Por unos largos minutos, Aemond parece perder el rastro de su tío y su dragón. Y entonces los escucha, pero es muy tarde para que Vhagar pueda evadir del todo el golpe de Caraxes. Su dragona ruge de dolor cuando los colmillos del guiverno hieren una de sus alas.

Aemond ruge de furia, su preocupación crece cuando se percata de que Vhagar no puede mover con facilidad el ala herida. Aun así, solo está más enfurecida que nunca, y con un renovado esfuerzo va hacia Caraxes, que esta vez no consigue escapar del todo. Las garras de Vhagar rasgan su vientre, consiguiendo derramar sangre y que el dragón rojo ruja también de dolor.

Caraxes se contorsiona hasta enrollar su largo cuello cerca de Vhagar, sus colmillos cerrándose en su cuello. Vhagar responde mordiendo sus alas y abriendo aún más la herida del vientre. Caraxes está gravemente herido, Aemond se percata, pero también lo está su dragona.

Una fuerte sacudida y la fuerza del viento le hacen saber a Aemond que ambos dragones están cayendo en picada en dirección al lago. El miedo fluye en su interior, paralizándolo por terribles segundos al darse cuenta que este es el final de su camino. Nadie podría sobrevivir a esa caída.

Deseo y Pecado [COMPLETA]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang