Capítulo 29

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Una noche.

Alyssa se promete a sí misma que solo se tomará una noche para llorar por Aemond, por el dolor que sus palabras y su ausencia causan en su corazón. Solo que, cuando llega la mañana, todavía es un manojo de nervios, llanto y desilusión, así que cuando su criada ingresa con el desayuno no hace más que pedir que la dejen en paz pues no desea ver a nadie.

Su mente es cruel con ella. No solo le niega el descanso que tanto necesita, si no que continúa repitiendo su pelea con el príncipe, la decepción en su voz, la forma en que la miró antes de darle la espalda y salir de la habitación.

O salir de tu vida.

¿Qué tal si Aemond decidía que no valía la pena? Que ella, Alyssa, no era lo suficientemente buena para él. Que tal si, ahora que la paz había vuelto al reino, él no la quería más a su lado.

La chica intentaba convencerse a sí misma de que eso no era posible, de que sus sentimientos no podrían cambiar así de fácilmente, que ambos habían atravesado todo un infierno apoyándose en el hecho de estar juntos... él no tiraría todo a un lado por una equivocación suya.

Pero no fue una equivocación, fue una decisión tuya. Un asesinato.

Cuando su mente irrumpía con esas ideas, Alyssa hacía a un lado la tristeza y surgía la rabia. Y la rabia la hacía destrozar todo a su alrededor. Pero no hacía que se sintiera mejor, no. Solo contribuía a que los miedos que albergaba se hicieran más grandes.

Porque, la verdad, es que Alyssa tenía mucho que perder. Una mujer siempre tenía mucho más que perder en estos asuntos.

"¿Quién querría casarse con un bien usado?"

Lo que su madre le había dicho durante aquella conversación hacía tanto tiempo en su habitación en Rocadragón volvía a su mente, persiguiéndola, haciéndole imaginar los peores escenarios posibles.

Si Aemond decidía que no podría perdonarla, que nunca más podrían estar juntos, ella no solo iba a quedarse sin su amor. Iba a estar arruinada a los ojos de todos porque, era de conocimiento de todo el reino, que ella no era más una doncella. Los miembros del consejo privado incluso sabían que su unión había sido consumada a tal punto que su vientre había albergado vida producto de ello.

Cuando la desesperación se acumulaba en su pecho, no encontraba otro remedio más que gritar contra las almohadas y llorar. Y vomitar lo poco que había conseguido comer cuando la parte racional de su mente la forzaba a ello.

No. No podía perder a Aemond. No podía perder la vida que habían soñado juntos y que estaba tan cerca de hacerse realidad. No podía perder a su hermano y su sobrina.

Él es el príncipe regente, susurraba esa voz en su mente mientras se abrazaba a la almohada, La máxima autoridad del reino. ¿Qué significarían tus objeciones contra su palabra?

"Es solo tu mente jugando contigo," susurraba contra la quietud de la noche, "Aemond no es cruel. Jamás te dañaría de ese modo, él te ama"

Pero sus argumentos sonaban cada vez más débiles conforme pasaban los días sin recibir noticia del príncipe.

***

Sabe que ha cometido un error ni bien siente el frío viento invernal de lleno en su rostro conforme la enorme figura de Vhagar atraviesa la ciudad.

Aemond sabe que ha sido demasiado duro con Alyssa, que sus palabras y acciones han causado un daño emocional que se juró jamás propiciarle nuevamente a la princesa, pero aun así ordena a su dragona a volar más rápido en dirección al bosque real.

Deseo y Pecado [COMPLETA]Where stories live. Discover now