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Corría el año de 1898 y el devastador invierno azotaba a América, en Indiana; específicamente en la zona montañosa al sur del lago Michigan. Una fuerte nevada calaba los huesos de los habitantes de aquel lugar. En lo más recóndito del bosque, existía cierto orfanato llamado "El hogar de Pony", del cuál se encargaban la señorita Pony y la hermana María. El 7 de mayo del mismo año, dos bebés casi recién nacidos con sus chirridos despertaron a los niños y a las hermanas que vivían allí.
En la entrada de la casa lloraba una bebé de cabello negro y ojos azules. Dentro de la canasta dónde yacía, los padres habían dejado una carta explicando que no podían seguir cuidándola, pero la niña tenía nombre: "Annie".
Al mismo tiempo, otro bebé también lloraba, aunque su llanto era lejano. La hermana María, desesperada en busca del dueño del llanto, finalmente encontró bajó un gran árbol a un bebé con cabellera rubia y ojos verdes brillantes. A diferencia del primer bebé, no había carta ni explicación dentro de la canasta, solo una muñeca de trapo con el nombre "Candy" cosido en el medio. Y tomaron el mismo nombre para bautizar al bebé.
A la tierna Candy le dieron el apellido "Blanca", debido a que había sido encontrada en la fría y blanca nieve. Todos desconocían el día de cumpleaños de las niñas, así que lo comenzaron a celebrar juntas en la fecha en que fueron encontradas.
Tan solo cuatro años después llegaría una nueva niña al orfanato. Su nombre era "Desirée Lambert"; había quedado huérfana tras haber sido la única sobreviviente en un reciente incendio en el que murieron sus padres. El accidente ocurrió cinco meses después de que la familia se hubiese mudado a Estados Unidos, pues eran originarios de Francia.
Desirée sería llevada al Hogar de Pony; su nueva casa, dónde empezaría una nueva vida. La francesa se sentía extraña en el lugar. No sabía dónde estaban sus padres, ni quienes eran las mujeres que cuidaban de ella; mucho menos podía comunicarse, nadie le entendía cuándo hablaba en francés, a excepción de la hermana María, pero sin ella no existía comunicación. Afortunadamente recibió mucha atención por parte de todos, especialmente de Tom y las niñas que parecían mellizas: Annie y Candy. Todos le daban amor, la procuraban y hacían un intento por entenderla, así que pronto comenzó a sentirse cómoda y segura, a pesar de lo mucho que extrañaba a sus padres.
Su vida cambió drásticamente; dejó de recordar el rostro de sus padres y sus vagos recuerdos de ellos también fueron desapareciendo. Cada vez que hacía un intento por recordarlos, solo la sensación de tristeza y nostalgia la invadía, y solo imágenes borrosas veía; su idioma natal fue remplazado por uno extranjero. Todo cambió y también ella.
Era una niña que aprendía rápido, así que empezó a hablar cuándo tenía un año y medio. Desde entonces no dejó de hablar y expresar todo lo que sentía. Después del incendio, fue difícil mantener aquella cualidad. Las secuelas del trauma la volvieron una niña callada, y el no saber inglés aumentó su dificultad para superar el problema.
Pero gracias a la ayuda de todos en el hogar logró salir a delante. Ya no era tan parlanchina como de niña, no obstante; gracias al amor y atención de todos, y a que aprendió inglés, empezó a hablar más y volverse expresiva. No era raro verla sonreír, pasaba todo el día junto a Annie y Candy, disfrutando de los buenos momentos.
Eran inseparables y todos admiraban su amistad, hasta que terminaron dividiéndose y la felicidad poco a poco fue escaseando. La vida le puso muchas trabas a Desirée y Candy, pero juntas lograron superarlo. Comenzaron las aventuras y la diversión, así como también las desgracias y la tristeza.
Sobre todo, comenzó el amor. Desirée se enamoró de quién jamás imaginó; encontró a su primer amor. Y Terry encontró atención y cariño en la pequeña bruja que le gustaba molestar. Ambos se enamoraron, pero todo tiene fin, y su historia de amor no fue la excepción.
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