DESIRÉE SEGUÍA PENSANDO EN LO que Terrence le había dicho. Tenía las mejillas arreboladas y su corazón se derretía dentro de su pecho. Tocó sus labios con las yemas de sus dedos, saboreando los besos con Terry. Podía sentirlo. Cerró los ojos, relamiendo sus labios. ¿Era una pecadora por desearlo de esa forma? ¿Por quererlo como le quería? ¿Dios la castigaría?
Elisa y Luisa custodiaban la entrada, buscando la descripción de un Romeo castaño. Con la atención puesta en él, no le prestaron la más mínima atención a la Julieta pelirroja que entró pasando a sus lados. Desirée sonrió, satisfecha.
―¡Tardabas mucho, monciel! ―dijo Stear al verla―. Comenzaba a preocuparme.
―¡Lo siento, no encontraba mis disfraces! ―mintió, tímida ante los recuerdos con Terry―. Pero ahora soy Julieta.
Stear y Archie silbaron con coquetería.
―Y te sienta mucho mejor ―añadió Stear.
―¿Tratas de decirme que me veía mal de Romeo, Alistair?
―¡N-no! ―balbuceó―. ¡C-Claro que no! ¡Quiero decir! Eh... ¡De J-Julieta se te ve más linda, pero, pero, ya lo eras de R-Romeo!
Desirée se soltó a reír, abrazándolo juguetónamente. Admiró a Archie y Annie, sonrientes, lado a lado como una auténtica pareja, ¡Y vaya que se veían muy bien juntos!
