JIMMY APARTÓ LA MANO DE DESIRÉE en un brusco movimiento. La francesa le miró con las cejas levantadas, pero no se sintió ofendida por el rechazo del niño. Sonrió ligeramente y las estrellas de sus ojos titilaron, haciendo que el vaquerito se quedase congelado.
―Vete ―barbotó entre sollozos―, no te quiero.
Giró su rostro a un lado para no mirarla, y se limpió los ojos húmedos. Dess lo observó un largo rato. El Gran Árbol se sacudió por la fuerte brisa.
―Jimmy ―llamó con suavidad―, no voy a juzgarte...
El niño no respondió nada, se sentó sobre el pasto, negándose a verla. Desirée también tomó lugar a su lado.
―Cuándo llegué aquí tenía cinco años ―habló ella―. Mis padres acababan de morir y estaba sola en el mundo... Pero encontré compañía aquí. Gracias al amor que recibí por parte de la hermana María, la señorita Pony y todos los niños del orfanato, logré sobreponerme al dolor ―Jimmy seguía sin verla―. No obstante, eso solo fue posible porque siempre me mostré abierta a cualquier ayuda. En cambio, tú estás cerrado, Jimmy, alejas a todos. ―El niño frunció el ceño, pero reconoció que era verdad―. Déjame ayudarte, pequeño revoltoso.
