CANDY Y DESIRÉE YA SE HABÍAN IDO cuándo Dorothy encontró las cartas de las niñas, disculpándose por no despedirse, agradeciendo por toda la generosidad ―sobre todo al señor William― y asegurando que jamás los olvidarían. Cuándo a Cyrielle se le informó del asunto, su única respuesta fue encogerse de hombros y decir: "Que pena". Aunque en realidad lloró cuándo Dess se fue. No tuvo el valor para entrar a la alcoba dónde ambas habían hecho recuerdos preciosos que ahora resultaban tristes.
―Las rosas deberían recibir mantenimiento, señora Elroy ―dijo con cortesía la mucama, frente a su patrona―. Ahora son un recuerdo de Anthony, pero también lo han sido siempre de su sobrina, la difunta Rosemary.
―Cumplí tu capricho de conservarlas, Cyrielle, solo por eso. Pero comienzo a arrepentirme ―respondió, severamente―. No soporto nada que tenga que ver con... ―La señora Elroy no pudo ni terminar la frase, porque un recuerdo de su nieta favorito le llegó.
―Señora ―Cyrielle cuidó mucho su tono de voz―. Si me permite opinar... Creo que un cambio de residencia le sentaría bien a la familia. Ahora este lugar está lleno de recuerdos del joven Anthony, y eso no le está ayudando a nadie.
―Supongo que por eso huyeron esas niñas ―comentó la mujer de gran edad.
―Pienso lo mismo ―correspondió―. Ambas se encariñaron mucho con el muchacho, y estar aquí solo les traía recuerdos. Por eso creo que mudarse podría beneficiar a todos, incluso a los hermanos Cornwell.
