PASARON DÍAS Y NO HABÍA RASTROS DE ANNIE, Candy todos los días interceptaba al cartero Marsh con ayuda de los niños del hogar de Pony: Ideaban un plan para distraerlo, robarse su maletín y revisar todas las cartas dentro ―pues cuándo el cartero anunciaba que no había cartas para Candy y Desirée, la rubia se negaba a creerlo y pensaba que Marsh le mentía―, sin embargo, para tristeza de los niños, realmente ninguna carta era de Annie.
La francesa desaprobó ese comportamiento y retó a todos los niños ―incluyendo a Candy― y solo así logró hacer que dejaran en paz al cartero ―que estaba siempre temeroso cuándo visitaba el hogar de Pony―. Desirée los hizo confiar en que pronto recibirían una carta, ella confiaba plenamente en ello; suponía que Annie, ahora hija de ricos, tendría muchas responsabilidades y estaría ocupada.
Desirée no se equivocaba, después de dos semanas llegó la primera carta. Candy y ella casi lloraron de alegría, la leyeron mil veces y en seguida enviaron una respuesta.
Dentro de dicha carta Annie relataba lo feliz que era: Vivía en una gigante mansión hermosa; la comida que comía era como la de un banquete, un delicioso festín que los niños de Pony jamás probarían ―a menos que también fuesen adoptados por ricos―. Sus ropas eran vestidos muy elegantes, finos y costosos de suaves sedas de Francia. Sus padres eran amorosos, generosos y la hacían sentir bien. Tenía muchos sirvientes a su disposición y disfrutaba de los eventos sociales con gente de alta alcurnia. En pocas palabras, su vida ahora era como la de una princesa de un cuento de hadas.
