ABRIÓ LOS OJOS AL FIN, CYRIELLE estaba a un lado de ella. La mucama se veía exactamente igual que todos los días; sus cabellos naranjas en un moño alto, impecable, sin una hebra de cabello fuera de su lugar; sus ojos fríos, su expresión sería, su porte firme y ajena a cualquier emoción. Por otro lado, Desirée se veía mal: Su piel pálida estaba amarillenta, muy demacrada; tenía ojeras debajo de sus ojos tristes, sin ningún brillo, simplemente vacíos; sus labios estaban resecos.
―Desirée ―murmuró Cyrielle, su voz era suave―. ¿Cómo te sientes?
―Anthony... ―susurró, sus ojos se llenaron de lagrimas
―Lo lamento ―fue la respuesta de su sirvienta―. Murió hace dos días, cayó del caballo y se golpeó la cabeza.
El corazón de Desirée se oscureció, fue como si alguien lo hubiese tomando fieramente y lo estuviese apachurrando. Lloró sin parpadear. Y después, solo sintió que alguien le sacó el corazón. Fue como si de repente, le hubiesen extraído el alma. Todo se detuvo, dejó de tener sentido, comenzó a sentirse irreal. Y... Ahora estaba hueca, vacía. No sentía nada, solo tristeza. Incluso su mundo se veía gris, todo era sombrío. Y sus sueños, sus esperanzas, su felicidad... Todo ello desapareció.
