Capitulo 3: Ian Luján

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Heather.

Muchas veces me he preguntado que pasaría, si pusiera de mi parte e intentará descubrí quien es el que me deja los avioncitos en mi mesa.

Pero siempre he pensado que tal vez es mejor así, sería un problema descubrirlo y mi vida ya está llena de problemas por así decirlo.

Cuando salí del aula, quise buscar a Elisa, pero no la encontré, así que supuse que ya se abría ido.

Mis pasos son lo único que resuenan por la acera ahora mismo, porque no he alcanzado a agarrar el bus —sí, de nuevo—. Así que aquí estoy de nuevo caminado, sin querer llegar a mi casa y de paso, el calor me está matando.

Escucho como el característico sonido de una patineta se acerca por detrás de mí y segundos después tengo a alguien, a un chico, a mi lado.

—Hola.

Miro de reojo al chico que ahora identifico como Ian, el culpable de mis raspones en las rodillas y manos. Eso me recuerda que al llegar a mi casa tengo que tratarlos.

Lleva puesto el uniforme del instituto igual que yo, salvó que tiene una sudadera azul oscuro puesta, el cabello castaño revuelto callendo por su frente y una sonrisa amigable en los labios.

Y mientras sigue andado en la patineta siguiéndome el paso.

—Hola —contesto por fin.

Él sonríe un poco más. Y miro al frente comenzando a morderme las uñas de la mano derecha.

—Heather ¿Cierto?

—Sí —lo vuelvo a mirar de reojo.

—Yo soy...

—Ian Luján —lo interrumpo hablando por él.

Ian, casi de cae de la patineta, pero cuando logra mantenerse de nuevo en equilibrio en ella, me mira sorprendido.

—¿Sabes quién soy?

—Sí. Digo, ¿Quien no sabes de tí? Formas parte del equipo de fútbol, la mejores calificaciones, "popular" entre comillas, hijo de padres con suficiente dinero.

Me encojo de hombros, y me sigo mordiendo las uñas.

Él me mira como si no entendiera lo que le acabó de decir. Parpadea y me sorprende su sorprendentemente equilibrio.

—Ah, es por eso —su rostro muestras alivio, pero también un poco de incomodidad— ¿Hijo de padres con suficiente dinero?

—No juzgo libros por su portadas, yo solo digo lo que escucho por los pasillos —me encojo de hombros de nuevo.

—Ah, ya veo, eres de las que recolectar información.

—¿Me estás llamando chismosa?

Por un momento veo como entra en pánico, sin saber que decir. Así que sonrió un poco para que se calme.

—Estaba bromeando.

—Aaah, sí, ya lo sabía.

—Vale.

Ninguno de los dos halla que decir, así que nos mantenemos en silencio. Giro en una calle, él me sigue y siento como el sabor metálico invade mi boca y a pesar de eso no para de quitarme un cuerito de uno de mis dedos.

Me toma de la muñeca y me aparta la mano de la boca y volteo a ver con el ceño fruncido al chico que patina a mi lado. Sin embargo él está mirando mi mano, el dedo por el que ahora corre un poquito de sangre.

—Te hacías daño.

Sus ojos conectan con los mios y apartó rápidamente mi mano escondiendo la en una de los bolsillos de mi falda. Y trato de buscar de cambiar el tema, no me interesa hablar de eso ahora mismo.

Aviones de papel Where stories live. Discover now