Capitulo 18: La melodía en mi cabeza

36 17 86
                                    

Ian.

Me detengo y veo por tercera vez consecutiva la hora en mi reloj de muñeca, ya casi son las ocho de la mañana, tomo una respiración profunda antes de seguir trotando las siguientes dos cuadras para llegar de vuelta a mi casa y terminar la "pequeña rutina" de todas las mañanas.

Tal y como había dicho mi padre la última vez, él me estaba haciendo una rutina más cargada de la que tenía habitualmente, que se basa en trotar de ida y vuelta a la casa por las cuatro cuadras por veinte minutos, y aparte de eso media hora de ejercicio físico. La verdad es que pararse todos los días casi dos horas antes de lo que es habitual y hacer lo mismo una y otra vez es cansado, y más hoy que es sábado.

Al detenerme frente a mí casa, al cruzar el patio ahí está mi papá con un cronómetro en su mano.

—Tardaste cinco minutos más de lo que deberías —me dice guardándose en cronómetro en el bolsillo, y yo asiento a lo que dice.

—Tal vez me distraje un poco —argumeto y el suelta un suspiro.

—Ve a adentro, ya me tengo que ir.

Vuelvo a asentir y me voy al interior de la casa.

Me pasó las manos por la cara para quitarme el sudor de ella, y subo las escaleras hacía mi habitación.

En mi habitación me quito la ropa que utilicé para entrenar y la tiro a un lado, me meto en el cuarto de baño para darme la esperada ducha. Frunzo el ceño al sentir el agua fría caer sobre mi cuerpo. Al salir me coloco una ropa cómoda y me tiró sobre la cama.

Mi celular que está a un lado empieza a sonar con una llamada entrante y vuelvo a fruncir el ceño cuando veo que es de Mick, ¿Tan temprano en un sábado? Algo tiene que pasarle, así que contestó.

—¿Qué ha pasado? —es lo primero que le pregunto.

—¡Bravo Ian! ¡Bravo! Eres excelente, te haré un pastel con tu nombre y luego te lo estampare en la cara —exclama sin ninguna pisca de emoción o gracia.

—¿Qué dices? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —pregunto confuso.

—¿Yo? Yo estoy bien, o lo estaba hasta que entre sueño recordé que al ganar el partido de ayer tenemos que ir al otro instituto a jugar otro partido.

—¿Es en serio? Eso ya lo sabíamos de sobra —me río.

—Sí, pero lo había olvidado por la euforia del triunfo que nos otorgastes.

—Sí, vaya que estabas contento, no se cómo no te dió un paro de felicidad —bromeo.

—Pues esa felicidad se ha esfumado al recordar el otro partido —se lamenta.

—¿Estonces para que entraste al equipo? —pregunto.

—Es lógico, por no dejarte solo. Me refiero a que se que no te gusta taaanto, y obviamente si yo entraba todo sería más divertido. Da gracias a que tienes un amigo como yo —explica con un deje de diversión y yo asiento para mi mismo frunciendo los labios.

—¿Y qué? ¿llamaste solo para decirme eso?

—No, también quiero saber cómo vas con Heather, de amigo a amigo no me has contado nada.

—¿Heather? —murmuro.

—Sí, Heather. Para serte sincero yo veo como la miras y parece que en tu mente estuviera sonando, I wanna be you.

—Tiene que ser broma —suelto una carcajada.

—Te lo juro, esa mirada profunda que le das, habla por si sola —Mick se ríe un poco—, pero ya en serio la miras bonito, con brillitos en los ojos y todo ¿Y sabes que es lo mejor? Que ella de cierta manera te mira de la misma forma.

Aviones de papel Where stories live. Discover now