Capitulo 20: Un trébol de cuatro hojas

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Heather.

Cómo siempre hago a la hora de la salida, espero unos minutos para volver a el aula de clases, es lunes, hoy Ian deja un avioncito.

Así que estoy sentada en las escaleras con la mochila sobre mis piernas, esperando a ir.

Al ver a Ian pasar hacia la salida —él no me ve a mí obviamente—, me levanto y creo que lo hice un poco rápido porque me mareo un poco, pero no le tomo especial importancia.

Siento un vacío acentarse en mi estómago, creo que no lo he mencionado, pero he comenzado a sentir eso siempre que se que dejara un avión, y creo que eso es por la curiosidad que me genera saber que habrá escrito esta vez.

—Heather, ¿vas a la salida? —me detengo al escuchar la voz de mi mejor amiga, que me interrumpe los pensamientos.

Me vuelvo hacia ella que esta parada a unos metros de mí, me mira con el ceño fruncido, y yo decido no inventarle nada para taparme.

—Voy un momento al aula a buscar algo.

—Te acompaño —dice y se acerca a mí.

Suspiro y caminamos hacia el aula, al llegar, está el avioncito encima de mi mesa. Elisa no dice nada y yo en acerco para agarrarlo en mis manos, y leo lo que dice.

"Tus ojos están volviendo a brillar, su azul tiene más intensidad. Y eso me alegra tanto, pero tanto. Brillas más que un montón de estrellas"

Sonrió y lo guardo con extremó cuidado en mi mochila.

Brillando, ojala, quisiera con todo mi ser que eso fuese verdad, que sea verdad. Pero no me permito más pensar en ello porque Elisa vuelve a hablar.

—¿Qué es eso? —pregunta curiosa.

—Un avión de papel —respondo—, un chico los ha estado dejando aquí.

Y le dijo un chico porque no creo posible decirle el nombre de Ian, no estaría bien y de una manera especial todo esto nos pertenece solo a nosotros dos.

—Oh, un chico —ella me regala una gran sonrisa.

—Sí, eso es lo que dije —afirmo y le hago una seña con la cabeza para que salgamos.

—¿Y quién es?

—No lo sé —miento.

—Oh, es anónimo, con cartas a la vieja escuela. Que romántico.

Elisa me pasa un brazo por los hombros, y yo la miro con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? Es romántico, no digas que no.

—Tal vez lo sea —suspiro.

Nos quedamos en silencio unos segundos, y ella vuelve a hablar.

—Oye.

—Sí.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—No, me refiero a como estás de verdad. Ya sabes, se que tal vez estos días no te he prestado mucho tiempo y quiero en serio saber cómo te sientes. Se que se acerca el día y sabes que siempre estoy para ti.

—Bien o bueno eso creo, puede que no este tan bien como quisiera estos días, es complicado porque siento que cuando pienso mucho en eso todo se viene a abajo, pero es imposible no hacerlo.

Me expreso con sinceridad. Eso es lo que de verdad siento, el dolor en el pecho, y todos los recuerdos aglomerados en mi mente, repitiéndose una y otra, atra vez, en un bucle que me atormentan; los trato de bloquear, pero eso tampoco es bueno, porque a fin de cuentas es lo único que me queda.

Aviones de papel Where stories live. Discover now