Capitulo 36: Blue Eyes

48 12 97
                                    


El sol, la luna, las estrellas... Todo pierde sentido ante el cielo de tus ojos.

Juan Ardini.

Ian.

¿Que si me sorprende y confunde que mi regalo este en mi casa? Pues, por supuesto y más porque no tengo ni idea de que será y mi novia se está haciendo la misteriosa, que no es que me disguste.

Tomo la mano de Heather cuando abro la puesta de mi casa y pasamos. Hemos abandonado la casa de Mick después de que su abuela nos hizo recoger hasta el último papelito tirado en el suelo para poder dejarnos ir.

—Oh, ya llegaron —nos recibe mi mamá a penas abrimos la puerta—. Ten Heather —le ofrece una venda roja y las miro confundido.

—Yo le avisé —Heather me guiña un ojo—. Tu madre es mi cómplice.

—Y tu suegra también —comento y ella suelta una carcajada.

—Sí, sí.

—¿Para que es la venda?

—Ah, para tus ojos —asiente para si misma y la miro a ella y a mi mamá con las cejas alzadas.

—A mí ni me veas, yo no puedo decir nada —aclara mi mamá y se da medía vuelta con una gran sonrisa—. Sí necesitan algo estaré en la cocina.

Ella se va y miro a Haether, solo esperando... Ella se encoje de hombros con una sonrisa que esconde muchas cosas.

—Tu regalo este en tu habitación.

—Entonces subamos, tanto misterio me tiene intrigado —nos adelantamos a las escaleras—. Me muero por saber que es.

—Pues, espero que te guste tanto como me quedo gustando a mí.

—Seguro que lo hará —sonrió—, no tengo dudas.

Cruzamos el pasillo llegando a la puerta de mi habitación y ella suspira mostrando la venda, y yo me inclino un poco para que me puede vendar los ojos. Siento su respiración en la mejilla y cuando se aparta ya yo no puedo ver nada.

—Esto será interesante —comento.

—No te vayas a quitar la venda de los ojos, hasta que te diga —advierte con voz dura—. Tengo que arreglar una cosita, así que no hagas trampa.

—Muy bien, como tú órdenes, señora —alzo las manos en señal de rendición.

Entramos a mi habitación, y Heather me deja parado en el medio de esta, escucho que ella deja algo sobre la mesita y sus pasos de un lado de la habitación al otro, en una de esas siento que pasa muy rápido delante de mí, murmurando cosa para ella misma.

Repiqueteo el pie en el suelo. ¿Se acuerdan de la canción? Pues, ya terminé, la he tocado varias veces en estos días, y esta terminada y lista para ver la luz, suena a ella, a Heather, a la estrella que es. Suena a nosotros.

—¿Ya puedo quitarme la venda? —pregunto impaciente.

—No... Espera, ya va... Creo que... Sí, ya te la puedes quitar.

Así lo hago, dejo caer la venda, ella que esta de frente a mí, se aparta dando un paso aun lado sonriendo y me permite ver bien lo que hay tras ella.

Pegadas en la pared, unidad por hilitos de colores, hay fotos, puestas en orden cronológico a cierta distancia unas de otras. Fotos de toda mi vida, lo digo en serio, toda mi vida en un mural de fotos, que ella ha hecho.

Miro a Heather y ella sigue sonriendo jugueteando con sus manos, nerviosa. Me acerco para mirar de más de cerca, y sonrió al ver la foto de mi yo de cuatro años yendo por primera vez a la escuela; yo con mi mamá y papá, yo abriendo un regalo, yo sobre una patineta, yo junto con Mick riendo, Mick, Jana y yo de unos díez años, yo con la guitarra que me regaló mamá, yo con un balón de fútbol bajo el brazo.

Aviones de papel Where stories live. Discover now