Capítulo 22

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Bastian

Me encanta el mar y estar en contacto con la naturaleza. Desearía ahora mismo tener mi cuaderno, mi lápiz y mis audífonos, pero aunque los tuviera no pudiera sentarme a hacer lo que me gustaría.

  Esta pequeña excursión no está nada mal para los días tan estresantes que hemos tenido en el colegio. Además, que también despeja mi mente. Lo único que no me gustó fue tener que venir todo el viaje oyendo a Sophie. También me molestó que Adelyne escogiera a Ricardo, esto me ponía a echar humo por las orejas pero intenté mantener mis emociones controladas.

  La profesora fue indicando a los chicos para que se acomodaran en las diferentes lanchitas y pequeños barcos pesqueros. Mientras observaba el panorama noté que Adelyne estaba nerviosa. Quise ignorarla, pero no pude pasar por alto su rostro lleno de preocupación. Me acerqué a ella y le hablé por primera vez en el día.

—¡Eh! ¡Gatita! ¿Le tienes miedo al agua? —utilicé mi sentido del humor.

—No le tengo miedo al agua —aseguró, aunque su voz chilló justo como una gatita enojada.

—Entonces ¿por qué esa cara de Gatita asustada? —sonreí levantando un lado de mis comisuras.

—Es que... —se detuvo y tragó en seco. —No me asusta, es que no me gusta mucho el agua, pero además de eso, sabes que no puedo exponerme al sol y no traje nada con qué cubrirme. Eso sí que me da miedo.

—¡Ah! Ese es era el "tan grave problema" —dije con mucho énfasis.

  Llevé mi dedo pulgar e índice a mi barbilla como un gran pensador a punto de tener una solución.

  Sin darle muchas vueltas, me quite el abrigo que siempre traigo conmigo. Los ojos de Adelyne me miraron en todos mis movimientos. Luego, alargué mi mano. La intención era que cogiera el abrigo, pero me miró con el ceño fruncido sin entender.

  ¿Qué pretende, que se le ponga? ¡Ni que la vida fuera una película!

—¿Qué haces? —me preguntó.

—¿No es obvio? Me quite el abrigo para dártelo —estiré la mano.

—¿Para qué?

—Para que no mueras como la hija de Drácula cuando ve el sol —obvié la frase, aunque claro, era sarcasmo.

—No seas gracioso Bastian —me siguió mirando raro.

  Fue entonces cuando mi paciencia se colmó y agarré sus manos para entregarle el abrigo.

—Te lo pones si quieres, es decisión tuya. Pero te aconsejo, digo... si fuera yo me lo pondría para no morir calcinado —le dije un poco desdeñoso.

  Salí de la presencia de ella para acercarme hasta la orilla donde estaba la profesora con los barcos. Sabía que se pondría el abrigo. No sé por qué creo que el problema no era el sol, todavía seguía intranquila. ¿Tendrá que ver con el agua?

  Algunos de los chicos fueron a dar su recorrido en unas lanchas pequeñas y los demás nos montamos en un pequeño barco pesquero.

  Habían dos chicas de la clase, además de Ricardo, Sophie, la chica nueva, Adelyne y yo.

  Empezó el recorrido con el señor que conducía el barco. La profesora subió en uno de los primeros, pero nos dijo que observáramos todo con detalles porque luego esta experiencia nos serviría. Eso intenté hacer al principio del recorrido, pero después Adelyne me desconcentró.

—¿Te ocurre algo? —indagué acercándome.

—No, no es nada —dijo mirando de un lado a otro.

—¿Ricardo te hizo algo? ¿Te dejó sola? —insistí.

—No. Él fue a dar un paseo por ahí... —me respondió con pocas ganas.

—Bueno, si tú lo dices... —me tranquilicé al tenerla al lado. —Escuché las canciones en francés que me enviaste.

—¿Qué te parecieron? —me preguntó expectante.

—Me gustaron mucho en general. ¿Ainsi bas la vida, fue donde estaba la frase que estudiamos juntos verdad?

—Sí.

—Me gustó Dernière danse —comenté.

—Esa es mi favorita —al decir esto sus ojitos brillaban.

—También me gustaron Love Story, Mon fol amour, Tourner dans le vide y Run, Run  —expliqué interesado en el tema. —Todas en general.

—Siempre tienen algo que decir. La música aunque sea en otro idioma, siempre logra llegar al corazón. Al menos eso me ocurre a mí —dijo con un toque de emoción en la voz.

—Tienes razón, además, me ayudaron a practicar la pronunciación —dije y noté como su preocupación se iba disipando.

—Si sacas una buena nota será gracias a moi* —se expresó divertida.

—Claro, la experta en francés eres tú —le di la razón. —Y... ¿no has hablado con Sophie?

—¿Con Sophie? ¿Por qué debería hablar con ella? —interrogó sin entender.

—Deberías preguntarle por qué te engañó —le aclaré.

—Bueno... Creo que no tengo por qué preguntarle nada. Ahora que lo pienso bien; ella solo me dijo que estaba enamorada de ti, no que estaban juntos. —mientras hablaba noté que buscaba en su mente una explicación lógica.

—¡Ah! Ya entiendo. Te apresuraste a malinterpretar porque te dejaste llevar por tus emociones negativas —espeté.

—¿Qué emociones negativas? —preguntó frunciendo el entrecejo.

—Sí, los celos son una emoción negativa —afirmé con obviedad.

—¿Celos? ¿Qué estás queriendo decir? —su voz sonó un poco indignada.

  Me empecé a reír a carcajadas al ver la expresión de Adelyne.

—¡Qué agradable es el mar! —exclamé perdiendo mi mirada en el horizonte.

  Adelyne no dijo nada, de reojo pude ver que todavía tenía el ceño fruncido por lo que dije anteriormente.

—¿No te gusta? —pregunté dirigiendo mi vista hacia ella.

—Me gusta verlo de lejos o en fotos —se dignó a responderme.

—¿Por qué? —pregunté curioso.

—El agua me provoca mareos... —pronunció inquieta y luego tragó en seco.

—Claro, si estás en el mar te da mar-eos —bromeé.

—No estoy para tus bromas...

—¿No me digas que le tienes miedo al agua?

—No...

—Ya sé. No puedes tocar el agua porque te conviertes en sirena.

  Se rió a medias pero de repente noté que su pecho subía y bajaba agitándose, le estaba costando respirar y su piel se estaba poniendo lívida.

—¿Estás bien Adelyne? —me preocupé al verla así.

—Sí, sólo tengo mar...—le costaba decir cada palabra.

  No terminó de hablar cuando calló desplomada al agua. No me dio tiempo reaccionar y mucho menos sostenerla.

  Eso no me lo esperé.

Blanco. El color de mi Mundo. [En Proceso...]Where stories live. Discover now