Capítulo 37

2 2 0
                                    

Adelyne

  Lara me contó lo que había ocurrido unos años atrás. Resulta que Claire y sus otras chicas amenazaron a Lara. Le dijeron que si no se ponía de su parte me iban a enviar a Nigeria o Tanzania, países en los que persiguen a las personas albinas para vender sus extremidades, porque supuestamente creen que somos causa de mala suerte. Como Lara tuvo miedo, les hizo caso para protegerme. Quedó como la mala, aunque se alegró que me fuera a otra escuela, siempre que no fuera África.

—Perdóname Adela. Yo era una ingenua al pensar que esas chicas con su poder de verdad podían hacerte daño —me dijo sinceramente.

—Amiga mía, discúlpame a mí por no escucharte antes —le respondí.

  La abracé y sentí cómo nuestras almas se fueron reparando. Era un malentendido que podíamos haber arreglado mucho antes, pero no resultó así. Lo importante es que volvamos a ser amigas de nuevo.

  Después de toda esta reflexión entendí que los verdaderos amigos hacen cosas por ti y no necesariamente tienen que estar recordándote todo el tiempo lo bueno que hacen. En el caso de Lara, ella lo ocultó, pero fue por mi bienestar.

  También aprendí que las personas no son como aparentan y que Sophie, la que creía mi amiga, resultó ser la que menos vi capaz de hacerme algo así.

  Pero al final entre tantas dudas y desconfianza por fin pude estar tranquila al saber la verdad.

[...]

  Eran aproximadamente las diez de la mañana cuando vi el reloj. Me tapé la cara con la sábana y me volteé para el otro lado.

—¡Adelyne! ¿Vas a pasar el fin de semana durmiendo? —me pregunté a mi misma mentalmente. —Es que no tengo nada más que hacer hoy. Ya no tengo en qué pensar porque todo el enredo se ha desenredado —me respondí a mí misma.

  Mientras remoloneaba de un lado a otro en la cama, escuché mi teléfono, era el sonido de una llamada. Estiré la mano para tantear mi celular que estaba en la mesita de noche. Sin ver el nombre de quién llamaba, arrastré el botón verde para responder.

—¿Hola? —hablé con la voz ronca.

—¿No me digas que todavía estás durmiendo Gatita? —reconocí la voz del otro lado.

—Sí, estoy hablando dormida —ironicé.

—Bueno, despiértate que te invitaré a dar un paseo para que no te aburras tanto.

—¿Quién dice que necesito un paseo?
—No te puedes pasar todo el día durmiendo. ¿O si?

—Déjame dormir.

—En quince minutos estoy en tu casa. Pónte bonita.

  Sentí el pitido de la llamada cuando Bastian colgó.

—¿Quince minutos?

  Me levanté de un tirón y empecé a buscar en mi closet la ropa que podría ponerme. Después de varios cambios de outfits, me decidí por un vestido color celeste ajustado en la cintura y abajo acampanado, con unas sandalias de tiras blancas. También me tomé un tiempo para maquilarme.

  Bajé las escaleras de mi habitación y al abrir la puerta me encontré a Bastian esperándome. Me miró de arriba a abajo sin reparos y luego sonrió.

—¡Qué bonita estás hoy Adelyne! —me dijo Bastian y luego besó el dorso de mi mano.

—Gracias —respondí sonrojándome.

  Fuimos caminado en silencio y luego nos montamos en un auto para ir hacia un parque no muy lejano. Al llegar, nos sentamos en un banco a pasar el rato y a conversar.

Blanco. El color de mi Mundo. [En Proceso...]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu