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~Lilith-june Anderson~
6 años atrás...

Evora se encontraba sentada en la sala de espera, mientras mi hija mayor estaba desesperada por mi salida de la consulta. Sus labios iban a terminar sin ninguna capa de piel que los protegiera si ella seguía en ese estado ansioso en el que se encontraba.

Sonreí tratando de ocultar lo cansada que estaba tras el tratamiento, mis hijas vinieron corriendo a abrazarme fuerte. Mis manos se movían en sus espaldas tratando de darles el conforte que yo necesitaba.

Negué apenada cuando la tan temida pregunta fue hecha inocentemente por la menor de mis hijas, si me encontraba bien, era evidente que no y quise aparentar que lo estaba, pero Isana se había vuelto tan perspicaz que intentar ocultarle lo que sentía era prácticamente en vano porque siempre paraba dándose cuenta de mi malestar de una forma u otra.

—Evora, mamá necesita descansar. Ve a avisarle a papá que ya estamos listas para irnos.

—Lo siento tanto Isana, tú no tendrías que pasar por esto, tampoco tu hermana. Y ahora las he arrastrado a mi sufrimiento.

—Incluso si tú no lo quieres, siempre estaremos aquí contigo. De eso se tratan las familias al final, ¿no?

De verdad que mi pequeña niña había crecido tanto...

~×~

Caminé con nerviosismo hacia la oficina de la directora, hoy iba a dar mi renuncia a pesar de que no quería hacerlo.

Tragué duro al ver por última vez todo el edificio, me ponía triste el saber que una parte de mí se quedaría aquí hasta que pudiera recuperarme nuevamente de mi enfermedad, extrañaría a los niños, especialmente ahora que ya no tenía a Nisa en los recreos porque estaba en segundo grado y debía ir a la primaria junto a Isana; los niños habían sido el único momento del día en el que no me sentía enferma y ahora debía dejarlos ir. Las mariposas en mi estómago que sentía cada vez que un alumno aprendía algo nuevo se desaparecerían para siempre y ni siquiera el ayudar a Isana con sus tareas de álgebra se le podía comparar. Mis manos sudaban al abrir esa puerta y supe que todo estaba llegando a su fin.

Dejé mi bolsa en la silla en la que Daniela, la directora, me pidió que me sentara.

Sin poder evitarlo, un suspiro escapó de mi cuerpo cuando puse la hoja en su escritorio.

—¿Estás renunciando?

No tuve el valor suficiente para responderle lo que era obvio, ella aceptó mi decisión y me acompañó a recoger mis cosas hasta llevarme al auto donde nos despedimos.

—Intentaré regresar.

Deseaba hacerlo, de verdad que sí.

Asintió tímidamente mientras movía su mano en señal de despedida.

~×~

Milán no dijo nada cuando me vio entrar desconsolada a la casa.

—Isana y Evora, ¿donde están?

Martin me contó que una amiga de Evora la había invitado a un cumpleaños y la había enviado con Isana para que la cuidara, así que solo estábamos nosotros en casa. 

—¿Estas bien?

Entonces reí de una manera amarga.

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