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~Milan Martin~

Sebas vuelve a bostezar, el descanso entre turnos no era lo suficiente para poder tomar una siesta, pero vaya que nos hacía falta. Él se queja y me hace reír.

La idea de crear una nueva propuesta para que nuestras horas de descanso cambien suena cada vez más tentativa y mucho más cuando mi compañero de turno solo hace que sea más fácil sucumbir ante el cansancio y sueño. Sebastian se ha encargado de las emergencias el día de hoy y yo me quedé cubriendo a los pacientes que tenían citas agendadas, pero también estaba agotado. No es una tarea tan ardua como la de encargarse de todas las emergencias que surjan y le agradezco a Sebastián por ser tan buen colega y cubrir mis turnos a pesar de que me tocaba a mí ser el que se encargará de aquella extenuante labor porque con el estrés que cargaba estos días quizás eso me habría hecho colapsar.

Me interesa sacar de mi cabeza la cruda realidad por un tiempo. Pero la salud no se vende y la de Lilith-june no habría sido nada barata de comprar. Hago una mueca al pensar en que de alguna manera ya me resigne a perder a mi esposa y por mucho que me dijera a mi mismo que no era así, no era cierto, porque estaba en un momento de mi vida en el que ya había aceptado su partida. Estar frente a la muerte por tantos años es una manera más fácil de aceptarla.

—¿Aburrido? —mi amigo me golpea el hombro con una preocupación que me impresiona.

—Oh, nunca puedes estar aburrido cuando tu esposa casi muere, te lo aseguro.

En este punto de nuestra amistad no era necesario mentirle. Mis padres tomaron la misma perspectiva que yo cuando les conté la situación con todos los detalles y esperaba que él no fuera diferente.

—Eso debe ser duro. No tengo ni idea de cuánto —me abraza y le correspondo sin saber que lo necesitaba.

Los hombres comenzaron a expresar sus emociones con mayor facilidad desde el inicio de este siglo, pero mi amigo y yo éramos de los pocos que aún nos costaba hacerlo, aún así agradecía su apoyo. Mi compañero me observó y vi la compasión en sus ojos.

—Recuerda que estoy aquí para lo que necesites —dijo —. Es en serio, para lo que sea que necesites. Tu o tu familia.

Eso me llegó al alma.

Le di una mirada en la que esperaba Sebas pudiera entender lo que sentía, pero que no me atrevía a decir con palabras.

El mismo imbécil que en la universidad me torturaba ahora era mi más leal amigo.

—¿Puedes creer lo lejos que hemos llegado, amigo?

—¿Estas diciéndome viejo? —cuestionó y reí —. Idiota sentimental.

—No puedes llamarme así cuando tú eres peor que yo, Sebastián. Ambos sabemos que él que siempre me dice cosas bonitas eres tú y más cuando te has pasado de copas.

Sostuvo el puente de su nariz antes de pedir reírse y negar, era testarudo como siempre.

Abrí mis ojos y le sostuve la mirada hasta que asintió dándome la razón.

—Ok, ok, a veces me gana la cursilería, ¿contento? —me dio una de esas sonrisas que usaba para sus conquistas y yo me limité a reír con él. Parecíamos dos pacientes del manicomio en vez de doctores del hospital —. Imagino que he levantado tu ánimo, al menos es algo.

Un doctor llegó a hablarnos. Los doctores se quedaron sin más apoyo, parece que todos los médicos en turno  estaban ocupados atendiendo a todos los pacientes del hospital.

Me apiade del hombre y lo acompañe.

Fruncí el ceño y caminé hasta donde me llevaba el doctor Spence, pero vi al doctor que llevaba el caso de mi esposa, no estaba cuidando de ella sino que estaba tratando a otros pacientes, siendo más específico a un hombre mayor de aspecto cansado, supuse que quizás era quien más necesitaba su ayuda y atención en ese momento, pero algo me decía que no era así.

No respondí a lo que Spence me preguntaba, en lo único que pensaba era en el estado de mi esposa.

Despegue mis labios para poder hablar, pero dentro de mi cerebro solo se repetía la imagen de Lilith-june.

—¿Usted sabe por qué el doctor de cáncer no está en su ala? —le pregunté sin detenerme a disculparme por no haber prestado atención a ninguna de sus palabras anteriores.

—Ahora mismo hay personas muriendo ¿y usted pregunta por un doctor fuera de su área?

Dejé mi estetoscopio alrededor de su cuello y me fui de allí sin decir nada más, tenía un sentimiento de que algo andaba mal y debía apaciguarlo.

Su piel suave bajo mi mano era todo lo que necesitaba para volver al trabajo con calma, por eso corrí al elevador para subir al piso E, donde estaba ella.

—¿Esta bien? —le grité a su enfermera cuando me la tope en el pasillo.

Sus dedos daban tirones a su camisa color lila, ella solo hacía eso cuando estaba nerviosa y eso me alteraba más. Llevé mi mano a mi boca cuando Andy negó, ¡sabía que algo andaba mal! Presionó sus manos sobre mi espalda al darme un abrazo al que rápidamente me safe, no necesitaba que Andrea me abrazara, quería que la salvara. Luego de atender sus latidos le pedí a su enfermera que me ayudara a reanimarla, no podía perderla. Mis manos se movían impacientes esperando traerla de vuelta. Gemi en desesperación y me acerqué a su boca para darle respiración, pero nada funcionaba. Llevé mi mano a la de mi esposa y sentí la calidez que emanaba su cuerpo, pero sus ojos ya no estaban abiertos ni su pecho se movía al respirar. Arquee una ceja y creí ver cómo su tórax se hacía un poco más grande al compás de una respiración.

Ella apoyó sus manos en las mías. Enterré mi cara en su cuello y dejé las lágrimas correr. Sus manos se fueron despegando de las mías para llegar a mi cabeza, me acarició el cabello y luego me separó de ella.

Bajé mis labios a su boca y besé sus labios con dulzura, aún estaban cálidos y eso me daba esperanza.

Cuando ambos estuvimos necesitados de aire nos separamos y su mano se quedó en mi mejilla, pero su mirada no era la misma enamorada que me daba siempre que nuestros labios se encontraban.

—Unos segundos pensé que te perdía —le dije —. La sensación fue la más horrible que jamás sentí. Creí que estaba listo, pero no puedo dejarte ir, amor.

Ella se trató de bajar de la camilla y la detuve sin entender que quería.

—Estaras bien. Solo quédate aquí —dije antes de besar su mano y dejarla para llamar a su doctor.

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