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~Lilith-june Anderson~

Gracias a la agilidad de mi esposo me había concedido unos minutos más, pero sabía que el fin estaba cerca y no había nada que lo evitara.

Así que me resigne.

Lo había hecho desde el fin del viaje a Alemania, mi familia merecía descansar y yo también, mi esposo tendría que cargar con nuestras hijas él solo. Y aunque eso sonaba egoísta de mi parte yo ya había hecho todo lo que estaba en mi poder para mantener en este lugar el tiempo que podía. Ya no me pesaba el tener que marcharme porque sabía que lo había intentado todo.

Guíe a mis hijas lo mejor que pude, esperaba que fuera suficiente para que pudieran ser mujeres poderosas y felices el resto de sus vidas.

Así pues, cuando el monitor que controlaba mis latidos comenzó a pitar desesperadamente, no me asusté porque sabía que era el momento de irme. Un ligero dolor se instaló en mi pecho y entendí que lo que me estaba pasando era un tipo de paro cardíaco, tal como me había pasado pocos minutos atrás. Solo que está vez sabía que no habría manera de que me salvasen.

Y estaba lista.

—¿Hasta que muera va a venir?

—Un poco más de fe. El doctor vendrá pronto —le pidió a punto de llorar. Sabía que quería parecer fuerte, pero le dolía verme en este estado. Y no sabía ni como reaccionar con mi esposo tan asustado como estaba.

—¡La epinefrina, enfermera! Necesito una jeringa y aguja. No tenemos tiempo.

—Solo tenemos cinco miligramos, no será suficiente.

—Ya solo déjenme ir.

—¿Estas loca? No vamos a dejarte morir.

—Estoy bien con eso. No se preocupen.

No podía más.

En este punto necesitaríamos deja que suceda el paro y esperar a que la reanimación funcione —dijo el doctor resignado y con un semblante triste.

—¿Estas drogado? ¡No voy a perder a mi esposa!

—Obvio que no. Pero no podemos hacer más, si voy a buscar el medicamento morirá de igual forma—sus palabras eran justo lo que mi esposo quería que él hiciera —. Ustedes mandan —y se fue a buscarlo.

—Vas a estar bien, amiga. Solo no dejes de luchar, por favor. Piensa en tus hijas, piensa en lo mucho que necesitan a su madre. ¡No cierres los ojos, no te vayas!

Mi mirada viajó a mi esposo, estaba cansada y él sabía que el doctor no vendría a tiempo. Era hora de irme y Milán lo entendió.

—Esta bien. Yo me haré cargo de ellas. Sabes que te amo más que a nada en el mundo, siempre será así.

Con su mano en la mía y teniendo la certeza de lo que decía era verdad, logré susurrar mis últimas palabras:

—Te amo, Milán. A ti, a Isana, a Evora y a mi dulce Benjamín.

~Milan Martin~

Gracias a la presencia de mi vieja amiga y compañera no hice la locura de intentar revivirla, porque sabía que no podría aunque lo intentar, ya no más.

Isana y Evora eran huérfanas ahora.

Realmente no sabía cómo iba a decirles. Y como pude le pedí a Andy que llamara a la niñera porque yo no podía hacerlo, todavía estaba procesando el shock cuando ellas llegaron.

Le pedí a Andy que las llevará a mi oficina. No quería que fueran a la habitación de su madre, pero quizás ya tendrían una idea de lo que les diría porque cuando entré ambas estaban tan ansiosas y asustadas como jamás las había visto. Y eso fue suficiente para romper mi corazón por segunda vez en el día. Pero tenía que ser fuerte, eso era lo que ellas necesitaban.

—Su madre... Ella —ni siquiera tuve que terminar la frase para que entendieran —. Ay, mis niñas, lo siento mucho.

Ambas se lanzaron a mis brazos y lloraron tan desgarradoramente que sentía que me arrancaban el alma al saber que no había nada que hacer.

—¿Al menos se fue sin sufrir?

Jamás la había visto más tranquila con su enfermedad que en ese momento.

—Realmente necesitaba descansar. Ya era justo para ella.

—Ojalá me hubiera despedido de ella, ojalá haberle dicho lo mucho que la amaba.

Isana sentía mucha más culpa que tristeza con la noticia. Evora se preocupaba por el sufrimiento de su madre. Y yo solo pedía a Dios que Lilith-june al fin pudiera tener paz.

 Y yo solo pedía a Dios que Lilith-june al fin pudiera tener paz

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