18.- Cena

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

18.- Cena

Rose compró todos los ingredientes necesarios nada más salir del Liberty, pero nada de vino, porque Juleka había dicho que no le gustaba durante la noche de pizzas. Aquella cena tenía que ser un éxito rotundo. Quería hablar con Juleka. Hablar de verdad. Dejar a un lado el miedo y la incomodidad y sincerarse. Decirle que aún la quería, que quería volver con ella, construir juntas aquel futuro que habían planeado siendo unas adolescentes. Todo iría bien, seguro que sí.

El domingo por la mañana limpió su pequeño apartamento, ordenando el caos en el que llevaba viviendo los últimos meses. A media tarde empezó a preparar la cena, quería impresionarla, aunque no era la mejor cocinera del mundo. Metió el pescado en el horno y se vistió antes de poner la mesa.

Barajó la idea de encender un par de velas, pero la descartó. No quería hacerla sentir incómoda incluyendo un detalle romántico en una relación de amistad que intentaban reflotar. Sí. Nada de velas, sería una simple cena entre dos amigas, aunque planease declararse.

El timbre la sobresaltó. Alisó una arruga del mantel, se arregló la falda y fue a abrir la puerta. Juleka iba vestida de negro, no era el tipo de ropa que siempre llevaba, pero parecía más ella misma que días atrás.

—Como prometí, he llegado puntual.

—Genial. Pasa, estás en tu casa.

—He traído unos bombones.

Una sonrisa iluminó el rostro de Rose, le encantaba los bombones.

—Espero que tengas hambre porque he preparado un montón de cosas deliciosas.

La invitó a sentar a la mesa y sirvió el soufflé de queso que había preparado. Para ser la primera vez que lo hacía le había salido bien. Se sentía orgullosa.

—He estado pensando mucho en lo de la mánager —musitó Rose—. Y creo que nos irá bien.

—Sí, nos ayudará a seguir un orden y nos evitará tener que meternos en negociaciones que no entendemos.

—Pero me ha sorprendido que Jagged haya dicho que somos menores.

—Se olvida de que esto no es Estados Unidos y que ya somos mayores de edad.

No había pensado en eso, a veces se le olvidaba que Jagged no era francés. A pesar de todo, agradecía que se asegurase de que sus padres les apoyasen en ello, que buscase su complicidad.

—Tenemos mucho trabajo que hacer antes de arrancar.

—Pero lo conseguiremos —aseguró Rose.

La conversación durante toda la cena giró en torno a Kitty Section. Era lo más cómodo, aunque no de lo que quería hablar Rose. Prefería que la cena no se volviera incómoda con temas personales. No podía olvidarse de que si su relación se había acabado había sido por ella.

Rose sirvió el postre y dejó la caja de bombones abierta sobre la mesa.

Con la cuchara, Juleka, rompió la capa de azúcar de su crème brûlée. Una sonrisa infantil adornó su rostro. Daría todo el dinero del mundo para que no dejase de sonreír así nunca. La quería tanto que no existían palabras suficientes para verbalizarlo.

—Rose, hay algo que quiero preguntarte.

—¿El qué?

—Cuando me fui ¿te enfadaste conmigo?

—¡No! Ni por un solo segundo.

—Entonces ¿por qué te apartaste de mí?

Se quedó petrificada. ¿Juleka llevaba dos años pensando que estaba enfadada con ella por irse? ¿Creía que por eso le había pedido que lo dejaran?

—No quería que te privases de vivir en libertad porque yo estuviera aquí —susurró sintiéndose mal.

—¿Vivir en libertad?

—Juleka, estaba segura de que conocerías a alguien mucho mejor que yo mientras viajabas por el mundo. No quería ser una carga, ni que lo dejases pasar por mí.

—Eres idiota —soltó sin un ápice de delicadeza—. ¿Creías que iba para conocer a gente? Fui para demostrarme a mí misma lo que podía hacer, era trabajo. También una oportunidad de pasar tiempo con mi padre. No fui para ligar con desconocidas ni para acostarme con la primera que me encontrase.

Rose permaneció inmóvil, Juleka estaba enfadada con ella, conocía aquel tono a la perfección.

—Podrías haberlo hablado conmigo. Podrías haberme dicho que te sentías insegura. Lo habría entendido, Rose. Sin embargo, preferiste tomar una decisión unilateral que me dejó hecha polvo.

»Yo te quería, Rose. Mis sentimientos por ti eran claros. Esos sentimientos eran lo único de lo que estaba segura en mi vida.

—No quería hacerte daño —musitó con tristeza—. Pensé que así sería más fácil. Yo sólo...

—¿Y ahora? ¿Qué es lo que quieres ahora? ¿A qué ha venido esta cena?

Inspiró hondo. No podía decirle la verdad. Eso la haría enfadar aún más y no podría culparla. Sabía que Jueka tenía razón, que tendría que haberlo hablado con ella en vez de tomar aquella decisión, pero ya no podía cambiarlo.

—Quiero que todo vuelva a ser como antes.

—¿Cómo antes? Ya nada puede ser como antes.

—Lo siento mucho, Juleka, no quería...

—¿Hacerme daño? Pues lo hiciste, Rose, y has vuelto a hacerlo ahora.

»No sé por qué he venido. No tendría que haber venido —farfulló levantándose de la silla—. Me voy a casa.

—¡No, espera! —rogó siguiéndola hasta la puerta—. No te vayas así, vamos a hablarlo.

—Qué irónico viniendo de ti.

Juleka abrió la puerta bruscamente y salió al rellano, bajó las escaleras a toda prisa ignorando a Rose que la llamaba desesperada. No quería oírla, no quería saber nada. Se sentía herida y traicionada por la persona a la que más quería. Rose había preferido ocultarle cosas a hablar con ella, como si no confiase en ella.

No lo soportaba. Casi no podía ni respirar. Quería desaparecer. No podía más.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Y ya estamos de nuevo al día con una discusión en mitad de lue tendría que haber sido una cena romántica.
Mañana más.


Seulement des chansons d'amourWhere stories live. Discover now